miércoles, 30 de noviembre de 2016

#79 – La música une mundos

Martiniano Tanoni
Banfield, provincia de Buenos Aires.



¿Qué te acercó a la música?     
Lo primero que pienso es en algunas escenas de mi infancia: mi viejo cantando zambas con su guitarra en su cuarto, mi madre escuchando y cantando Sui Generis y Almendra, mi tío con la onda del rock progresivo (que supo inculcarme) y mi abuelo haciéndome escuchar música clásica. Pienso que esas cuatro vertientes confluyen en mi identidad musical.

¿Cuáles fueron tus primeras incursiones?
Dicen que de muy purrete “dirigía” escuchando música clásica, así que parece que algo de interés había… Lo primero que recuerdo es sentarme al piano de mi abuelo, a los cinco o seis años y jugar. A los siete años mi vieja me mandó al taller de piano del colegio. Fui a regañadientes, pero descubrí que tenía mucha facilidad. También tomé algunas clases de guitarra, pero me decidí por el piano. Luego tomé clases particulares con dos profes muy grosos, cada uno en su estilo: Jorge Goldstein y Verónica López Skapin. Y a los catorce entré en el Conservatorio Julián Aguirre, donde hice la carrera de piano con la genia de Ana Stampalia. Ese sería el comienzo de la formación “académica”, pero desde chico empecé también a improvisar y componer melodías. En realidad me gustaba eso muchísimo más que estudiar las obras clásicas... Luego empezaron a salir algunas canciones, primero con letras de otros y luego propias. Y encontré ahí una identidad. De algún modo sabía que eso era algo que nadie podría sacarme nunca.

¿Tenés una metodología de composición y trabajo?
Hay muchos métodos para componer, pero creo que ninguno es garantía de nada. Es algo muy personal. En mi caso, soy bastante desordenado. No me hallo en la rutina. Quizás pueden pasar días y no compongo o escribo nada y de repente surge una idea movilizadora y no puedo dejar de pensar en eso. Y ahí es cuando no duermo y estoy obsesionado por terminar de redondear la obra, ya sea una canción o algo más complejo. De todos modos, también me ha pasado que hay ideas que surgen en algún momento y terminan definiéndose años después. Creo que la creación es algo que está más allá de nuestro control, y hay que dejar que los procesos maduren solos. Cada obra es única y tiene sus tiempos, así como cada persona.

¿Cuál es el momento más placentero del proceso musical?
La creación, sin duda alguna. Es único. Y dentro del proceso creativo, el momento en el que todo se revela. La inspiración o epifanía. Después, últimamente disfruto mucho el proceso del armado del tema (compartido con otros músicos) y la grabación. Grabar me apasiona, me parece algo increíble y mágico.

¿De qué hablan tus canciones?
De mí, básicamente. De experiencias personales, sentimientos, pensamientos. Más que nada sobre la vida, el amor, el desamor, la soledad, la muerte, la injusticia del mundo.

¿Qué esperás que pase con tus canciones?
Que trasciendan. Que emocionen. Que ayuden a alguien en momentos de oscuridad, como me sucedió y sucede a mí con la música de los artistas que admiro.

¿Cuándo empezaste tu camino solista y por qué?
En 2011 decidí grabar un disco solista, junto a varios músicos invitados. Luego de haber integrado varias bandas que por distintos motivos se separaron, quise grabar algunos temas que había hecho en esas bandas. Así nació Juventud, un disco algo hippie, que luego presentamos con Los jóvenes de siempre, durante 2012 y 2013. Después volví a agarrarle el gustito a tener una banda, y así Los jóvenes mutaron a Escalera.  Pero el camino solista sigue, con otro disco proyectado para terminarse este verano. Cada tanto me presento sólo con mis canciones, es un lindo desafío.

¿Cómo ves la escena musical?
A nivel masivo, no hay muchas cosas que me interesen, sinceramente. Pero en lo que llamamos el “under”, hay muchísimas bandas y solistas que están haciendo música muy grosa. Creo que la posta es hacer. Soñar y concretar proyectos. El camino del artista independiente de los grandes sellos discográficos me parece genial para los que aspiramos a hacer algo valioso. Todo cuesta más trabajo, porque uno además de la música debe ocuparse de la difusión, de generar fechas, de producir sus propios discos… Pero creo que a la larga no hay nada como el orgullo de saber que uno fue siempre honesto consigo mismo y lo que quería hacer. Creo que un verdadero artista debe serlo, en realidad.

¿Con que músicos de tu entorno te sentís emparentado?
Tengo varios hermanos musicales, compas de diferentes proyectos actuales y pasados: Naya Ledesma (con quien tenemos el dúo MartiNayando), Agustín Fernández, Carlitos Alegre y Cristian Jaimes (compas de Escalera), Nicolás Penso y Tomás Nos (con quienes armamos el trío Nameku),  Joaquín Scheuer y Leandro Narduzzo (con quienes integramos Manos en 2007-2009), Gustavo Rosas y Marcelo Arrieta (compas de Tarro, trío de folclore y música latinoamericana), Carlos Jaimes (gran director de orquesta, con el que hemos compuesto algunos temas), Matías Wilson (grosísimo pianista y bandoneonista con el que tenemos un dúo informal-esporádico), Martín Lippo y Matías Treister (guitarra y batería de Los jóvenes…), Leonel Barranou y Leandro Taddey (con quienes armamos una fugaz banda llamada Parte del Mar en 2010), Fernando Colica (con quien ahora estamos produciendo mi segundo disco). Y después, me siento cercano a muchos colegas con los que tenemos una admiración y respeto mutuo por el laburo musical. No los nombro porque seguro me olvido de algunos y sería injusto. Pero son muchos, y de distintos “mundos”. La música une.

¿Encontrás alguna identidad musical propia de tu zona o circuito?
No. Creo que hay estilos muy diversos… ¡por suerte! Si no, sería un bodrio.

¿Un disco?
Hay muchísimos, pero  elijo La hija de la lágrima, de Charly. Me partió el bocho a los diez años, y ya nada fue igual.

¿Una canción?
También, hay miles…  Vamos con una de Luis: “Canción para los días de la vida”.

¿Una frase?
“¿Qué más vas a pedirle a la vida, si todo está en su lugar? ¿Qué más que no sea tiempo, magia y aire para respirar?”, estribillo de “Fogata”, canción del último disco de Escalera.

¿Un espacio?
Cualquier estudio de grabación.

¿Con quién continúa la serie?
Lautaro Dávila →

EL MÚSICO POR SU CANCIÓN: “ÚLTIMA HORA”, ESCALERA

miércoles, 23 de noviembre de 2016

#78 - Entre la poesía y la fuerza del tango y la estética y el espíritu del rock

Cintia Trigo
Temperley, provincia de Buenos Aires.

¿Qué te acercó a la música?
En casa siempre se escuchaba música. Mi vieja nos despertaba subiendo de a poquito la radio. Siempre había algo sonando. Con mi hermano Alexis solíamos cantar temas de Sui Generis, Fito Páez. Mi hermano mayor, David, estudiaba con música: Janis Joplin, The Rollings Stones, Sumo, The Doors, Divididos, Los redonditos de ricota… Era un anhelo ser música. Principalmente, mi sueño era ser guitarrista de rock.

¿Cuáles fueron tus primeras incursiones?
A los doce mi vieja nos regaló una guitarra para los tres y nos anotamos en el Conservatorio de Música Julián Aguirre. Empezamos a ir los tres, también se había anotado mi primo y luego quedé yo sola.  Estudié muchos años Educación Musical y fui profe de música en escuelas. Pero es una carrera interminable y sufrí muchos cambios de programa. Después empecé a estudiar Letras y ya no me daban los tiempos. Dejé la música, prácticamente. Un día, no sé cómo, mi primo Matías Wettlin me propuso enseñarme algo de tango, género que tenía muy poco manyado, la verdad. Empezamos un ensamble en la Escuela Orlando Goñi, que dirigía Juan Otero de La púa. Aprendimos dos canciones y ya tocamos en público. Fue un momento inolvidable para mí. Aprendí más en esos años que en todos los que había estudiado en el conservatorio. Me enamoré del género y, sobre todo, de la movida del Tango Nuevo. Eso me enganchó mucho más que los clásicos. Era el puente indicado para mí entre la poesía y la fuerza del tango y la estética y el espíritu del rock. Cuando vi a la Fierro por primera vez, me estalló la cabeza.

¿Tenés una metodología de composición y trabajo?
No siempre. Hay canciones que surgen de una letra nacida de algún momento o necesidad expresiva. Ganas de hablar o denunciar algo. Otras, de un motivo, de una secuencia de acordes que me taladran como una idea fija hasta que toman forma. Soy bastante cuadrada para componer, sobre todo en cuanto a formas. Me interesa mucho el género canción (estrofa-estribillo). Me parece fundamental que la melodía sea consistente y recordable. Pero, sobre todo, me importa que se diga algo necesario.

¿Cuál es el momento más placentero del proceso musical?
Para mí, obviamente, cuando termino una canción. Sensación de exorcismo de esa idea fija que me venía quemando la cabeza sin parar. Sensación de parto. Rara vez cambio algo una vez que siento que la canción “nació”. Quizás después decida que me gusta más o menos, pero trato de respetar su génesis, con sus fallas. Otro momento que me encanta es cuando  escuchás un tema propio en vivo, instrumentado o interpretado por otras bandas. Esa idea de que el germen se hizo algo independiente a la idea que lo concibió. La sensación de que creció y me trascendió.

¿De qué hablan tus canciones?
De muchas cosas. Trato, en lo posible, de no hablar sobre el amor. Me hincha. Me interesa sobre todo la canción social, la denuncia, el retrato arltiano del presente y sus conflictos. De todo aquello que escape a los lugares que siento ya han sido habitados por el género demasiadas veces.  Sobre la mujer, la alienación, la hipocresía de la sociedad, la doble moral. Esas cosas me interesan para escribir.

¿Qué esperás que pase con tus canciones?
Que vuelen. Que me excedan. Que haya la mayor cantidad de versiones posibles, que se alejen de aquello que yo concebí. Que me sorprendan. Que me gusten más que la versión original. Que cuando sean escuchadas, sea fácil recordarlas. Eso me interesa, que se puedan silbar. Aunque sea un pedacito. Que la gente se vaya pensando algo sobre lo que se dice. Que ayude a despertar conciencias dormidas.

¿Cuándo empezaste tu camino solista y por qué?
No sé exactamente. Fue siempre un deseo. Me fui animando de a poco, en diferentes ocasiones. Era necesario porque las canciones nacían y quizás no encontraban su espacio en los proyectos de los que formaba parte, por el género o por la estética. En general, prefiero siempre tocar con otros. No me termina de cerrar la soledad en el escenario. Por eso formamos La vagabunda, con mi hermano y otros compañeros. Un proyecto con el que hacemos mis temas, pero también el de otros. Con ellos hacemos un ciclo, La troupe vagabunda, en el que invitamos a diferentes autores y nos mezclamos. Creo que cuanto más se socialice la música, mejor para todos.

¿Cómo ves la escena musical?
Me parece que es un momento propicio para componer y denunciar. En momentos donde se evidencia una fuerte avanzada de la derecha sobre situaciones fundamentales de los derechos humanos y las condiciones de subsistencia de la gente, es fundamental no callar ni ser cómplice. De ahí la urgencia de la letra, a mi entender. La escena tanguera está en plena efervescencia. Tanto los grupos que ya vienen laburando, como los que recién arrancan, todos parecen estar motivadísimos para proponer y producir. Hay numerosos hitazos y propuestas dentro del  género. Quizás sea momento de empezar a preocuparnos por esas cosas que a veces nos hinchan a los músicos, pero que son fundamentales para que la cosa se mueva y crezca: la ampliación del público, del circuito de música en vivo y los espacios de difusión. De esas luchas (que a veces parecen tan poco musicales) creo que dependerá que esta movida siga creciendo de modo exponencialmente a lo que ya vino pasando. Es mucho lo que se ha logrado hasta acá. Quizás algo que era impensable algunas décadas atrás.

¿Con que músicos de tu entorno te sentís emparentada?
¡Con muchísimos, obviamente! El Tape Rubin, el Tata Cedrón, La Fernández Fierro, El cuarteto La Púa, Moradores Tango, Altertango, 34 puñaladas, Peralta y Astillero han servido de formadores, inspiración y de catapulta. Muchos de ellos me han dado consejos y ayudas fundamentales para saber cómo y hacia dónde ir. Pero podría nombrar muchos más, compañeros de ruta con quienes hemos hecho yuntas y cruces muy productivos: Pacha González, Natalí Di Vincenzo, Juan Lorenzo, Rojo Estambul, Trío Piraña, La Vidú, Quinteto Negro La boca, ¡tantos más! Es gigante la cosa y llena de amigos y compañeros.

¿Encontrás alguna identidad musical propia de tu zona o circuito?
Yo creo que sí. Ese respeto y estudio del género, pero con una dosis de irreverencia que habilita a apretujarlo, estirarlo, recortarlo y sumarle elementos para darle aire y frescura. Esa quizás sea la impronta de estos tiempos. Y el espíritu rockero, que siento siempre presente en nuestros orígenes y sentires generacionales.

¿Un disco?
Reina Noche, del Tape Rubin, y Lujo Total. Los escuché muchas veces, me sirvieron de brújula.

¿Una canción?
“Blueses de Boedo”, del Tape; “Vírgenes Rotas”, de Guyot y Ferrara; “Puente Pueyrredón”, de Sensottera, entre tantos otros.

¿Una frase?
“Destino de andar en la vida / siempre cantando por ahí/ abrazado a una guitarra (…) siga cantando compadre que usté nunca morirá”, de un tema de los Manseros Santiagueños.

¿Un espacio?
Alrededor de una guitarra.

¿Con quién continúa la serie?
Martiniano Tanoni →

LA MÚSICA POR SU CANCIÓN: “6:25”

miércoles, 16 de noviembre de 2016

#77 - Ser muchos es algo muy bueno

Analía Trillo
Quilmes, provincia de Buenos Aires.



¿Qué te acercó a la música?
Varias cosas, supongo; quizás escuchar desde pequeña a mi mamá y a mis tías cantando… El tango sonando en la casa de mis abuelos, donde alguna que otra vez caía algún cantor con una guitarra o algún fueye. Tengo la imagen de mi abuelo pasado de copas, mi abuela enojada, y yo divertidísima, queriendo escuchar esa música que me encantaba. Un poco más grande, recuerdo a varios músicos que me influenciaron: mi prima Marcela Vigide tocando su violín; Ángel Dermán, mi profesor de música de tercer grado, de quien aún recuerdo sus canciones de memoria, y podría decir que prácticamente es la única gran evocación de mi educación primaria; Jorgelina Lavalle, mi profesora de música de segundo año de la secundaria, que un día tocó la flauta traversa a su clase. Ese día conocí el instrumento que me fascinó y marcó mi camino en la música. Y más tarde, ver un video del “Mono” Izaurralde tocando chacarera en el canal Todo Tango y, obviamente, me voló la cabeza. Posiblemente, esos fueron disparadores que me llevaron a elegir este camino.

¿Cuáles fueron tus primeras incursiones?
Tocar algún dúo con mi prima, las orquestas juveniles… El primer proyecto en el que encaré más seriamente —con el nivel de seriedad que podía tener a los veinte años— fue un grupo de folklore con mis compañeros del conservatorio.

¿Tenés una metodología de composición y trabajo?
En cuanto a la composición, no. En cuanto al trabajo con mi instrumento, sí. Soy rigurosa con el estudio técnico. Depende del repertorio que esté armando, me organizo rutinas de estudio que me ayuden a abordar la música con más posibilidades de elección al momento de la ejecución.

¿Cuál es el momento más placentero del proceso musical?
El momento más placentero es a veces un ensayo donde después de mucho probar encuentro eso que tenía en la cabeza desde el principio. Algún concierto donde ocurre la magia y siento que realmente fluye la música. No son cosas que pasan siempre que uno toca o ensaya. Son esos momentos que se dan a veces, si bien uno busca generarlos en cada ensayo o concierto, vienen cuando se les canta a ellos. 

¿De qué hablan tus canciones?
Compongo música instrumental que habla del lugar donde vivo, que es Buenos Aires.

¿Qué esperás que pase con tus canciones?
Espero que me hagan millonaria, pero bueno… Si no se puede eso, espero que a alguien le guste un tema mío y me invite un Fernet con Cola.

¿Cuándo empezaste tu camino solista y por qué?
De alguna manera se podría decir que ahora estoy empezando. Hasta el momento me dediqué al trabajo grupal, pero después de ser madre, elegí quedarme un tiempo en casa con mi hija y eso le quita tiempo a cualquier actividad grupal que requiera presencia constante. Así que sigo haciendo algunas actividades grupales que no requieren tanto ensayo, mientras trabajo también de manera individual todo lo que tiene que ver con la composición.

¿Cómo ves la escena musical?
Muy bien, al menos en el tango, que es a lo que me dedico. En las últimas décadas hubo un resurgimiento del género, de mano de las generaciones de músicos más jóvenes. Hoy hay toda una camada de músicos haciendo cosas muy buenas, hay variedad de estilos entre los nuevos compositores. El tiempo dirá que queda y que no. Pero ser muchos es algo muy bueno.

¿Con que músicos de tu entorno te sentís emparentada?
Con todos los que se animan a pensar cosas nuevas, a innovar desde cualquier aspecto pero desde la profundidad, desde el conocimiento genuino de la música que quieran tocar.

¿Encontrás alguna identidad musical propia de tu zona o circuito?
Si, encontré mi identidad en la música latinoamericana en general y en la música rioplatense, en particular.

¿Un disco?
Un disparo en la noche, de la Orquesta Típica Julián Peralta. Es una recopilación de los tangos de nuestro siglo.

¿Una canción?
“Aire sin final”, del “Tape” Rubín. Un tangazo de nuestros días.

¿Una frase?
“Nosotros somos solo un poroto de la máquina tanguera, un tornillo de esta máquina, nada más, que en determinado momento podemos ser útiles y en otro no”. Es de Osvaldo Pugliese, lo dijo cuando tocó por primera vez en el Colón. Tenía ochenta años.

¿Un espacio?
Espacio Cultural Benigno, de los lugares que conocí últimamente es el que sentí más cálido.

¿Con quién continúa la serie?
Marcela Vigide →
Marcela Vigide sugiere seguir con Cintia Trigo →

LA MÚSICA POR SU CANCIÓN: “LA CHANCHA”, CHIFLADAS TANGO

miércoles, 9 de noviembre de 2016

#76 - El camino solista es un camino que nunca empieza y nunca acaba para mí

Nazarena Anahí Cáceres
Puerto Montecarlo, Misiones - Ciudad de Buenos Aires.



¿Qué te acercó a la música?
En realidad, el primer gran acercamiento fue con un casete de Mercedes Sosa que había en casa, Mercedes Sosa en Argentina, que escuché a rabiar. Más tarde me fui acercando por motu propio, pero mi gran motivadora fue La Negra. Cuando era chica, mis viejos compraban esas colecciones de cds que venían en diversas revistas y que eran de distintos géneros musicales... Había una de folklore, una de tango, una de boleros, una de música clásica... Escuchaban el cd cuando lo recibían, pero después no lo escuchaban más. Yo tomé la costumbre de re-escucharlos después. Curiosamente, a la última colección que me acerqué  fue a la de tango.

¿Cuáles fueron tus primeras incursiones?
Me acuerdo que cuando era pequeña, tendría cinco o seis años, me regalaron un tecladito de tres octavas. Saqué la melodía de "Alfonsina y el mar" de oído. No estudié música hasta varios años después, pero digamos que mi primera incursión fue ese tecladito. También me hacían cantar en los actos, y cuando aprendí a tocar la flauta dulce en el colegio le puse nombre a las notas. Empecé a estudiar violín a los doce en el conservatorio porque no podía entrar a estudiar canto, por la edad, había que esperar al cambio de voz. Canto empecé a estudiar a los quince y empecé a tocar piano a los dieciséis.

¿Tenés una metodología de composición y trabajo?
Sí, en realidad tengo varias y dependen del momento. Mis ideas suelen pasar mucho tiempo en mi cabeza y las voy organizando muy de a poquito, porque además siempre estoy juntando información de todos lados ¡y eso a veces me dificulta un poco la elección de un material! Me tengo mucha paciencia al respecto también. El boceto es como una especie de collage de pequeños fragmentos de bocetos que se van organizando. Para el trabajo creativo me tomo mi tiempo, el que yo crea necesario. No soy de sentarme a escribir, sino que voy organizando las ideas en general de a poco. Y aun así, cuando llega el momento de materializar las ideas, tampoco lo hago de una ni me cierro a la idea madre, me gustan las interferencias y que nada sea cerrado herméticamente. A nivel trabajo sí, soy bastante más organizada, si consideramos trabajo al proceso que viene después de la obra terminada, a su última materialización, ahí necesito ser disciplinada. Cómo así también a la hora de elaborar una interpretación para una obra que no es mía. También ocurre que la composición es más reciente en mi vida, tal vez le falta un poco de sistematización al proceso compositivo, sistematización que sí está presente a la hora de organizar una interpretación.

¿Cuál es el momento más placentero del proceso musical?
Todo el proceso creativo es placentero, desde la composición al trabajo de ensamble, y también la interpretación en vivo. Todo proceso creador es placentero. 

¿De qué hablan tus canciones?
En este momento, como intérprete de obras de otros compositores, la mayoría son de desengaños amorosos... No te voy a mentir. El paradigma tanguero del desengaño amoroso todavía me persigue... No digo que no me gusta, porque me ayuda a canalizar y analizar las heridas del pasado para poder curarlas; pero me gustaría abrirme un poco a otro tipo de letras. También, lo que me suele motivar a escribir es eso y diversas cuestiones que me despiertan protesta. Con Matías Fain (Deleitango) hacemos tangos de protesta. Aunque hasta ahora me ha servido mucho, espero poder independizarme del paradigma del desengaño amoroso en algún momento y poder seguir haciendo tango... Otro tipo de tango, claramente. 

¿Qué esperás que pase con tus canciones?
En este momento, que la persona que las escuche pueda limpiar su cabeza y su corazón de lo que le duela. Y que no se sienta sola. 

¿Cuándo empezaste tu camino solista y por qué?
En realidad, soy semi-solista. Como creador nunca dejás de ser solista, pero en este momento soy parte de tres grupos maravillosos que me motivan y motivan mi aprendizaje por igual, ya que son tres grupos con una búsqueda bastante diferente pero que también está muy unida: dentro del lenguaje tanguero, cada uno, a través de tangos nuevos y arreglos con propia luz, busca aportar su semilla al tango del siglo XXI. En este momento estoy cantando con Deleitango, donde somos dos cantores y dos guitarristas; en Chifladas, que es un quinteto de vientos al que me sumé como cantante, y La Martino Orquesta Típica, cuyo director es Nehuen Martino. En realidad, el camino solista es un camino que nunca empieza y nunca acaba para mí. 

¿Cómo ves la escena musical?
Bueno, es una pregunta un poco amplia. Es difícil hablar de la escena musical en general, puedo hablar de la escena tanguera, que es la que más me concierne. Celebro que cada vez seamos más los que nos acercamos a crear tango. Y también agradezco la apertura dentro del género, que permite que convivan tantos estilos tan definidos y tan distintos pero unidos por la misma pasión y la misma militancia. A veces sí me gustaría que se celebrara más la diferencia dentro del género, que también  es la que permite que nazcan nuevas voces. Siempre desde el conocimiento y el amor, ¿no? Me parece que ese es el camino, conocer el género a fondo y construir desde el amor y no desde otro tipo de interés.  También celebro la apertura a que haya tantas intérpretes femeninas ¡en un género que siempre fue bastante masculino!

¿Con que músicos de tu entorno te sentís emparentada?
Ufff... Jaja. Con muchos. Para empezar, con todas las grandes cantoras que nos fueron abriendo de a poquito el camino a las que venimos después. ¡Y con todas las compositoras también!

¿Encontrás alguna identidad musical propia de tu zona o circuito?
¡Amo el tango! Aunque soy una peregrina constante. Me doy el permiso de adaptarme a lo que siento. Mi identidad es la música. 

¿Un disco?
Mmmmh... Dos: Tal vez será su voz, Lidia Borda + El Arranque, y Vida mía, Julia Zenko.

¿Una canción?
“El milagro”, es un tango de Armando Pontier y Homero Expósito.

¿Una frase?
"Revolucionario será aquel que pueda revolucionarse a sí mismo", es una frase de Wittgenstein.

¿Un espacio?
El sonido.

¿Con quién continúa la serie?
Con Analía Trillo, una colega flautista a la que admiro mucho por su empuje y su sensatez. ¡Además de ser una gran creadora e intérprete! →


LA MÚSICA POR SU CANCIÓN: “LA MARTINO ORQUESTA TÍPICA”

miércoles, 2 de noviembre de 2016

#75 - La identidad que encuentro es el tango

Matías Fain
Ciudad de Buenos Aires.



¿Qué te acercó a la música?
Me acerqué por curiosidad, tenía un amigo que tocaba y me sorprendía cómo pisaba las cuerdas y de repente hacía sonar canciones de mis bandas de rock favoritas de ese entonces. Entonces me dije que quería hacer eso. Luego decidí dedicarme y ampliar los horizontes de las posibilidades para conocer cómo se pulsa y cómo se expresa a través de los distintos géneros.

¿Cuáles fueron tus primeras incursiones?
En los comienzos tocaba en distintas bandas de rock con la búsqueda y el atrevimiento de componer canciones propias y de mis compañeros. En ese camino de ensayos, tocadas en vivo en distintos lugares de capital y provincia, llegamos a grabar un EP que paradójicamente terminó siendo la conclusión de aquella etapa en el género.

¿Tenés una metodología de composición y trabajo?
No lo pienso demasiado, muchas veces una frase letrística o musical funciona como disparador, y luego es un dejarme llevar o reflexionar sobre lo que estoy hablando o planteando musicalmente para modificarlo o desarrollarlo con ideas contrarias, como si fuera un cuestionamiento de lo planteado en busca de formas distintas.

¿Cuál es el momento más placentero del proceso musical?
Cuando ya no hay en qué pensar, simplemente es una decisión para dejarse llevar por las distintas posibilidades, sorprenderse y emocionarse con las formas y ser ese sonido que nos abarca en sí mismo.

¿De qué hablan tus canciones?
No sé si corresponde definir las temáticas de mis temas, ya que cada cual puede interpretarlos de las formas que quiera, pero sí puedo decir que busco a través de distintas temáticas generar un planteo positivo y superador, algo poco común dentro del cliché que presenta el tango acerca de la nostalgia, resentimiento, etc. Quizás plantear que hay momentos difíciles que tocan pasar y en ese sentido no quedarse solo con ello y continuar,  en otras la búsqueda es exponer el paisaje confuso y caótico de la ciudad y el sistema que somos parte y cómo nos lleva a relacionarnos con los demás. 

¿Qué esperás que pase con tus canciones?
Que vuelen y lleguen a lugares inesperados, sean parte de la expresión de algún otro que las quiera cantar o compartir.

¿Cuándo empezaste tu camino solista y por qué?
No tengo grupo solista, formé con mi amigo Juan I. Pérez Porta Deleitango, con la intensión de explorar el tango a través de arreglos propios sobre grandes clásicos o no tanto para conocer y abarcar distintas posibilidades. Tuvimos el lujo de comenzar a trabajar con los cantantes Nicolás Scordamaglia y Nazarena Cáceres, y en este nuevo panorama surgió la intensión de generar tangos propios, tanto instrumentales como cantados. Más tarde, con la cantante amiga Brisa Videla, nos comenzamos y formamos Tangorante, como un proyecto que plantea ideas a través de lo espontaneo del momento, con arreglos que van surgiendo sobre la marcha y con momentos libres en donde hay espacios para la improvisación. Con el tiempo se sumó el bandoneonista-armoniquista Nahuel Perkal, con quien seguimos desarrollando este método con clásicos del género y composiciones propias.

¿Cómo ves la escena musical?
Veo una escena muy buena desde las bases, mucha gente que quiere que haya espacios de tango y música en vivo, con todo el esfuerzo que ello implica, también muchos grupos con planteos propios y búsquedas interesantes para generar un repertorio nuevo actual. También hay un público que asiste de manera auto-convocada a las distintas milongas y espacios, lo que genera un intercambio e inclusión para darse a conocer y fortalecer la movida tanguera. Destaco esto también porque, por otra parte, vienen sucediendo situaciones de clausuras a centros culturales que son los que permiten, dentro del circuito under, que lugares como éstos se vean afectados, lo que genera momentos de lucha y resistencia para este circuito.

¿Con que músicos de tu entorno te sentís emparentado?
Mis referentes actuales, obviamente, vienen desarrollando quizás la escuela tanguera que planteó en su momento Roberto Grela, pero planteando una búsqueda personal a través de ellos, como son el trío de guitarras Lacruz-Heler-Nikitoff, Hugo Rivas, Roman Vergagni, Alfredo Sadi, Alfredo Tape Rubin, Julián Peralta y su Orquesta típica.

¿Encontrás alguna identidad musical propia de tu zona o circuito?
La identidad que encuentro es el tango.

¿Un disco?
Aguafuertes Tangueras, de Lacruz-Heler-Nikitoff.

¿Una canción?
“Viento solo”.

¿Una frase?
“Ser parte del hoy y no una repetición del ayer para sentirse correcto por repetir modales”.

¿Un espacio?
La Sin Gomina Milonga.

¿Con quién continúa la serie?
Nazarena Anahí Cáceres →


EL MÚSICO POR SU CANCIÓN: “ALIMENTO PARA FUEGOS”