miércoles, 9 de diciembre de 2015

#40 - No pretendo irme sola a ningún lado con mis historias, sin nadie que me acompañe en el camino

Naya Ledesma
Pachuca de Soto, Hidalgo, México.



¿Qué te acercó a la música?
Es curioso cómo una pregunta tan común y simple como esa, sea tan difícil de responder con justicia. Uno se apoya en la memoria, remonta a los recuerdos..., y los recuerdos están siempre teñidos con un tinte emocional. Si te cuento lo primero que me pasa por la mente cuando me hacen esa pregunta, tendría que decir que veo a mi padre sentado en la mesa, trabajando o leyendo, y puedo recordar que escuchaba música clásica, pero a veces también a Zitarrosa, ¿o era Silvio…?
Mi primer acercamiento fue mi familia. Lo que se escuchaba en casa. Ésa sería comúnmente la respuesta a la pregunta, y sería correcta. Pero también recuerdo que por casa pasaron amigos cercanos que eran grandes músicos y de los cuales aprendí la diferencia entre un clarinete y un saxofón, qué era la respiración diafragmática y cómo seguir una clave dos-tres antes de entender la diferencia entre un verbo y el sustantivo. Parece pretencioso decirlo así, pero la realidad es que la música entró en mi vida y en mi cuerpo de una manera mucho más orgánica y natural que, por ejemplo, las matemáticas.
Mi hermano Julián, al quien yo era muy cercana a esa edad, comenzó a aprender a tocar la guitarra de manera autodidacta, y yo fui testigo de ese proceso. Lo veía practicar las canciones. Me sentaba junto a él y lo acompañaba con mi voz. De esa manera me contagié. También yo comencé a tener curiosidad con la guitarra.
También influyó mi padrastro, Lalo Aibar, músico salteño de folclore, con una voz grave, profunda, cautivadora y hermosa. Y tocaba en su guitarra, con maestría, todas esas canciones de folclore argentino que yo había escuchado en los casetes de mis padres. Así que cuando quise aprender los primeros pasos en una guitarra, esos pasos los di gracias a él. Luego di rienda suelta a mi propio gusto y me senté a tocar en la guitarra lo que a mí me pareciera.

¿Cuáles fueron tus primeras incursiones?
Considero que la primera incursión seria en la música se dio gracias a mi otro hermano, Ariel. Él se encontraba en su periodo poético y era muy bueno escribiendo. Un día le pedí que me dejara leer un poema y así lo hizo. Lo leí. Entonces comencé a “sentir” el ritmo del poema. El compás. La cadencia. Tomé la guitarra y toqué unos acordes al azar. Recuerdo que comencé por “re menor”... , luego fui a sol mayor... , de ahí a do mayor y luego “la menor”...  Conforme fui amasando esos acordes mientras leía la letra, una melodía natural se filtró y ¡Taráaaan…! Ya tenía lista la primera estrofa. Se lo canté a mi hermano y le encantó.
Y así fue como pasó. Yo había compuesto música.
Al poco tiempo, inspirada por ese suceso y por lo que escribía mi hermano, me atreví a escribir mi primera canción. Para mi grata sorpresa, la canción fue una especie de “hit” entre los amigos artistas que estaba frecuentando. Conformamos juntos una banda. Y fue así que me decidí por la música. Fue un camino de ida. Nunca más di un paso atrás.

¿Tenés una metodología de composición y trabajo?
Mi metodología varía según la necesidad de la canción. Hay veces que un tema surge por medio de la música, y entonces le vas dando lo que falta pasando por varios filtros e intentos de letra y ritmos. Hay ocasiones que la letra viene primero, entonces debes escuchar lo que te pide su candencia natural para encontrar la música adecuada. Pero sobre todo, llegan esos momentos en que debes parar de componer para que la creación verdadera suceda. No hay que forzar la canción demasiado.
Me di cuenta que los períodos en que no estoy componiendo nada, son las mejores etapas de mi proceso creativo. Soy como un oso que está “invernando”, juntando toda la data, dejando que las canciones que vendrán en el futuro maduren dentro mío. En otras palabras, dejo que mi mente descanse y absorba todo lo que el mundo le está ofreciendo. Trato de no entrar en pánico, claro. Gracias a que aprendí a esperar, mis canciones encuentran nuevos rumbos. 
Pero más allá de la metodología, hay un buen grado de azar en el hecho creativo. A veces uno, simplemente, tuvo suerte. Tengo canciones que compuse en cinco minutos. Una suerte afortunada. Pero estoy especialmente orgullosa de aquellos temas que me han costado cinco años en terminar.

¿Cuál es el momento más placentero del proceso musical?
Encuentro placentero todos los momentos del proceso musical, porque son placeres distintos uno del otro. Uno de esos momentos es cuando nada existe todavía, entonces disfrutas de ser espectador, oyente. Otro momento es cuando dejo salir la música sola y la dejo ser. Muchas de mis melodías comenzaron como una improvisación, mientras hacía otra cosa (cocinaba, barría, viajaba en el colectivo o acunando a mi hija). Dejar al instinto que hable sin tapujos es un proceso placentero y relajante. Otro momento de placer es cuando logras dar con las palabras precisas, con una frase que lo vale todo. Algunas de las composiciones que tengo tienen alguna frase o palabra, una estrofa que me encanta y casi te podría decir que tan sólo por esos fragmentos canto la canción, para llegar hasta ahí. Algo similar pasa con fragmentos musicales. Uno de los poemas de Alfonsina Storni que musicalicé tiene un intermedio musical que me hace muy feliz. Es dulce y emotivo. Otro momento es cuando la canción está lista y se la quieres mostrar a todo el mundo. Siempre se siente como si acabaras de componer la mejor canción de la historia. Es un momento de euforia pero también es un momento de gran vulnerabilidad. Y por último..., el proceso creativo nunca termina. Si todos los compositores cancionistas son como yo, nunca cantan la canción exactamente igual. Incluso cuando estoy interpretando el mismo repertorio una y otra vez, hay siempre un espacio disponible para lo impredecible. Ese lugar le pertenece a la creación. Lo espontaneo, la improvisación o una leve variación. Es aburrido para ti y para el público si la canción la interpretas como si fueras un disco. De hacerlo así, se iría el encanto. Cada vez que canto mis canciones, quiero sentirlas como si fuera la primera vez que las canto y como si fuera la última vez que las voy a poder cantar. Cuando me entrego así, de esa manera, entonces el momento creativo de la composición es evidente para mí y para el que está escuchando.

¿De qué hablan tus canciones?
Las canciones hablan de lo que sea que hablo yo cuando no estoy cantando. Quiero decir que canto sobre lo que conozco. Mis sentimientos, mis opiniones, mis tristezas... Todo lo que me escucharías decir en una charla con mates de por medio..., sólo que con música y dicho con una poesía más trabajada. Puedo hablar en una canción sobre una pareja que se ama y hace el amor, puedo hablar acerca de lo que significa formar parte de dos culturas, sobre la migración, o puedo hablar del mundo en el que vivimos, mi postura política, mi visión, la verdad y la mentira, las cosas que me conmueven y las que me dan bronca. Considero que nunca desvié la mirada cuando se cometía una injusticia. Todas esas cosas que pasan frente a mí y a través de mí son la temática de mis canciones. Nunca busqué hacer una canción rítmica por el simple hecho de querer hacer bailar a la audiencia. No pretendo ser escuchada en los bares o en el boliche. Pretendo que se escuchen las palabras y se entienda lo que digo. No me sale barato escribir lo que quiero. Me cuesta amor, dolor, nostalgia, alegría, soledad. Yo me doy completa en las canciones, por lo tanto, cuando escuchas las letras, me escuchas a mí hablándote con honestidad. 

¿Qué esperás que pase con tus canciones?
Lo que espero con mis canciones es, primero que nada, que las personas que me escuchan disfruten de esa comunicación. Que sientan que son parte de ese evento musical tanto como yo. Que la música los mueva como me mueve a mí. No necesariamente de la misma manera, ni con la misma intensidad, tampoco por las mismas razones. Existen mil motivos por los cuales una palabra o una melodía nos hacen sentir algo especial. Un momento muy poderoso es cuando la canción finaliza, y entonces la reacción de la gente se hace evidente. Uno percibe cuando la canción impactó, emocionó o simplemente gustó. Yo suelo percibirlo cuando salgo de mi trance, porque muchas veces entro en un trance que me deja todavía mareada cuando la canción terminó. Me toma un segundo, entonces respiro profundo y con alivio. En definitiva, cantar es para mí un evento de mucha entrega. Y lo que espero es que esa entrega haya encontrado recepción en el oyente. No pretendo irme sola a ningún lado con mis historias, sin nadie que me acompañe en el camino.  

¿Cuándo empezaste tu camino solista y por qué?
No es una historia bonita. Cuando comencé con la composición, comencé a asociarme con amigos artistas como yo para armar grupos o bandas. Estuve en dos grupos amateurs antes de asociarme con el que en ese momento era mi pareja. Formamos un dúo. Grabamos un disco. Pero a la pareja no le fue nada bien. De hecho, fue una historia de violencia doméstica, sobre todo psicológica. Y ese abuso se extendió hacia lo profesional. Duró dos años, antes de que literalmente tomase mi guitarra y me fuera a escondidas por la madrugada para no volver más. A partir de ese momento, me comprometí a hacer lo que yo quisiera profesionalmente, mi estilo de música y mis letras, sin que nadie me sonsaque o me obligue a hacer algo que no me convence. Pasó mucho tiempo antes de que me volviera a asociar con alguien así. Hoy soy una trovadora solista, pero también formo parte de un cuarteto vocal llamado La Papa Cantora y un dúo MartiNayando, junto al compositor argentino Martiniano Tanoni. He compuesto música para teatro y he formado parte de dos coros. Volví a confiar, pero defiendo mi libertad y autonomía. Si me equivoco, que sea sólo por mi culpa.

¿Cómo ves la escena musical?
Hay mucho talento, por supuesto. Muchos amigos músicos que aún están en el anonimato merecerían estar en los espacios de mayor difusión y alcance al público. El problema es que está todo compaginado con la demanda comercial; las modas, el cine, incluso la economía influyen. Cosquín no es ahora lo que antes era. Entonces ¡¿qué pueden hacer los jóvenes que hacen folclore de la actualidad si no pueden confiar en la calidad de los espacios masivos hoy en día?! Y si no es ahí, ¿a dónde ir?
Lo más difícil de la escena musical es la difusión del material, y cómo cuesta que eso sobresalga sin tener que recurrir a las grandes compañías disqueras. La realidad es que el músico de ahora sólo vende efectivamente sus discos al final de sus presentaciones. Su entrada monetaria depende de eso y de las entradas o el aporte para el artista. Esto muestra que existe un desbalance entre lo que se produce cada día y lo que se logra vender. Por lo tanto, el material musical independiente está en peligro de extinción. Es probable que, a este paso, volvamos a la época de los juglares, cuando la ganancia sólo venía de las presentaciones o de un mecenas. Díganme ustedes, ¿exagero…?

¿Con que músicos de tu entorno te sentís emparentada? 
Naara Andariega es una compositora chilena HERMANA (así, con letras mayúsculas), cuya obra admiro profundamente. Paola Gamberale, quién fue mi profesora de canto en la EMPA, tiene un “feeling” en su música muy especial. Mis compadres del alma, Alejo García (Colombia) y Martiniano Tanoni (Argentina), dos amigos músicos de excelencia, que me acompañaron en momentos mágicos de mi vida y continúan haciéndolo. Francisco Barrios “El Mastuerzo”, un compa mexicano que me enseñó la importancia de ser uno mismo, auténtico. Él tiene una fuerza electrizante en el escenario  que traspasa los sentidos, mientras rompe con los prejuicios y la estupidez. También con mis compañeras de La Papa Cantora siento mucha afinidad en lo musical. Nos podemos “leer” cuando cantamos juntas, eso se nota mucho cuando improvisamos, estamos en sintonía una con la otra y sabemos divertirnos mientras tanto. Y, por supuesto, todas las maravillosas mujeres trovadoras que he tenido el honor de conocer estos dos últimos años: Amaranta Pérez (Venezuela), Silvia Zabzuk, Mijal Guinguis, Daniela Trovati y Daniela Tomé, Carla Giannini y Cecilia Concha Laborde (Chile), Pilmaikén Mlikota, Dafne Usorach, Paula Ferré, Alejandra Rabinovich y muchas muchas otras compañeras del colectivo MUJERTROVA. 

¿Encontrás alguna identidad musical propia de tu zona o circuito?
Creo que “identidad” es la palabra clave. Hay grupos y solistas que se están abriendo camino, haciendo caso a su propia identidad musical. Uno puede darse cuenta que en una sola zona o en un circuito de amigos hay más variedad que antes, y los géneros se entremezclan. Ya no se espera que se encasille a la música en “folclore o tango o jazz o rock o bossa”. Los músicos tomamos los ritmos del mundo y jugamos cómo se debe jugar: JUNTOS. Porque en la música, todo es posible. Está bien que te apegues a un sólo género si eso te hace feliz. Pero está genial si quieres probar un collage sonoro. Todos los géneros merecen recibir su homenaje.

¿Un disco?
Americanito, de Alejo García. Un hermoso paisaje musical latinoamericano. Primer disco de una trilogía (según mis fuentes cercanas, jeje).

¿Una canción?
Lo siento. No puedo. Debo, al menos, hacer mención de dos: “La conquista del pan”, de Naara Andariega, y “La Avanzadora”, de Amaranta Pérez.

¿Una frase?
La distancia no debilita al amor. Lo fortalece”, frase que mi padre me escribió en una carta y que luego yo adopté como mantra. La incluí en una canción mía titulada “De cálido a frío”, donde relato mi vivencia cómo la migrante que soy.

¿Un espacio?
¿Un espacio para el artista? Las calles, los centros culturales, las escuelas. Dónde esté el pueblo. ¿Un espacio para mí? He comprobado que los brazos de la gente que amo son el mejor espacio para habitar.

¿Con quién continúa la serie?
Con Pablo Merletti (un trovador que descubrí en San Telmo y cuya obra independiente, “Canto que grito”, es la prueba de que un disco autogestionado puede tener más calidad y valor cultural que un disco hecho por Magoya) → 

LA MÚSICA POR SU CANCIÓN: "SIN ARMAS"

1 comentario:

  1. Buen reportaje, muy completo y es un ejemplo de dedicación, búsqueda, amor a su profesión y felicidad en lo que hacen. Definitivamente los cantautores/cancionista son los Ulises cantando sus viajes, caminos, encuentros, desencuentros, la vida de un pais y de todo un continente.
    Felicitaciones

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