miércoles, 28 de septiembre de 2016

#71 -Así, caja chayera, kalimba, caxixis, cascabeles, semillas, micrófono, loopera y un repertorio de cantos que me hablan al alma, se metieron en la mochila y salimos a andar.

Naiara Armendariz
La Plata, Buenos Aires.



¿Qué te acercó a la música?
Mis papás y su deseo de abrirme a las maravillas del mundo que me llevaron a explorar por aquí y por allá. La danza y la música estuvieron presentes desde muy chiquita. En el camino del crecimiento a veces tuve que parar, tomar distancia, y siempre de un modo u otro las volví a elegir. 

¿Cuáles fueron tus primeras incursiones?
Primero que todo, bailé... Bailé en la panza de mi mamá, bailé en el moisés que latía con sus pasos y los de un grupo de mujeres increíbles, todas tías del corazón. Y cuando ya tenía la fuerza para pararme sobre mis piernas, bailé entre ellas y seguí bailando. Bailábamos danza afro, lo que despertó en mí unas cuantas preguntas. Movida por esas preguntas, a las que se le sumaban todas las que fueron apareciendo durante los años de estudio de música en el Bachillerato de Bellas Artes, fui buscando el camino para empezar a responderlas y dejar que aparecieran nuevas también. Me fascinaba la idea de llegar al menos a vislumbrar en qué contextos surgían estas músicas aparentemente tan lejanas como la africana, la del noroeste argentino, las del amazonas... que de a poco me habían ido encantando.

¿Tenés una metodología de composición y trabajo?
Uy, llevó un tiempo reconocerla, pero luego me di cuenta que en realidad siempre estuvo ahí. De repente comienzo a escuchar internamente las voces, instrumentación, frases rítmicas que se me aparecen casi como una necesidad de que suenen realmente. Para los arreglos de voces era muy divertido, por ejemplo, le pedía a algún amigo o familiar que estuviera a mi alrededor: “a ver, a ver..., cantáte esto”. A veces lo lográbamos. Hasta que llegó la loopera a mi vida ¡y se libraron de mí! Con los años fui juntando unos cuantos instrumentos, lo que a la hora de crear generaba una gran estado de confusión, ¡quería usar todo y al mismo tiempo! Hubo una noche en la que la cosa se dio vuelta, en vez de estar rodeada de todos los instrumentos, me fui al lugar de la casa en donde no tenía ninguno. Y así, de a poco, desde aquella “necesidad”, sólo fui a buscar aquellos que escuchaba sonar antes de tenerlos en mis manos, los que la música iba pidiendo. Esto me alivió profundamente, era eso lo que estaba buscando, lo mínimo, lo sutil. 

¿Cuál es el momento más placentero del proceso musical?
Disfruto mucho ese instante en el que aquellos sonidos imaginados se descubren. Y hay dos estados que los quiero para toda la vida: el juego cuando hacemos música entre amigos y sentirme canal cada vez que piso un escenario.

¿De qué hablan tus canciones?
La música que hago es la que me gusta llamar música de la humanidad, la que no tiene dueño, el canto planetario, como diría Leda Valladares. Son aquellos cantos de las diversas comunidades ancestrales de América Latina y África -también los hay en otras regiones- que nos hablan de la vida comunitaria y en comunión con la naturaleza. No es una música que me pertenezca, sino que llega, pasa a través de mí, con mis sentires y vivencias, y es entregada para que siga su camino.

¿Qué esperás que pase con tus canciones?
Eso, que viajen, que despierten las ganas de descubrir el mundo y su maravillosa diversidad.

¿Cuándo empezaste tu camino solista y por qué?
Siempre me gustó mucho viajar y tuve la suerte de poder hacerlo bastante. Lo que más me atraía era llegar a sentir aunque sea un poco de la vida cotidiana de cada lugar, con su gente, sus costumbres, sus aromas, sabores y, claro, sus músicas.  Llegó un momento en el que sentí un fuerte deseo por hacer estos viajes, compartiendo el trabajo que venía realizando en La Plata. Sentía que la mochila no estaba lista hasta que se corporizara aquel proyecto que venía dando vueltas desde algunos años atrás. Luego de haber sido parte de varios grupos, tanto en la música como en la danza, esta vez sabía que si quería viajar tenía que armarme un set que se autosustentara, que me permitiera moverme libremente y que siempre dejara espacio para los encuentros. Así, caja chayera, kalimba, caxixis, cascabeles, semillas, micrófono, loopera y un repertorio de cantos que me hablan al alma, se metieron en la mochila y salimos a andar.

¿Cómo ves la escena musical?
En La Plata hay mucha música y muchos espacios culturales autogestivos dándoles lugar a las personas para compartir sus músicas, su danza, pinturas, experimentar, transmitir, mostrar… ¡Eso está buenísimo!  A la distancia, pasando tiempo en otras ciudades, me daba cuenta cuán acostumbrada estaba a esta realidad, que no es tan común en todas partes. Contar con estos espacios es muy importante para los músicos, porque tenemos donde compartir lo que hacemos y conectarnos unos con otros.

¿Con que músicos de tu entorno te sentís emparentada?
Con Tata Rodríguez Laxague, con quien además de ser muy amigos, venimos creando cosas juntos desde hace algunos años, llegando a un nivel de entendimiento ¡que está buenísimo! Tenemos un origen en común y luego cada uno continuó un camino diferente, él por el lado de la composición con medios electroacústicos; yo por el del estudio de la música étnica y folklórica. Los años de amistad y el interés mutuo por el campo del otro, nos juntó de nuevo dando lugar a un intercambio y procesos de creación maravillosos. También con mis maestros Nati Varela Olid (de Hierbacana), Mariana Baraj y Juan Falú, a quienes admiro profundamente por su sensibilidad, respeto y generosidad.

¿Encontrás alguna identidad musical propia de tu zona o circuito?
Creo que la existencia de estos espacios culturales ha fomentado el trabajo de muchos cantautores, que encuentran donde compartir sus trabajos. En realidad es una relación que se retroalimenta, ya que estos lugares son en su mayoría coordinados por artistas independientes, justamente con la intención de generar espacios de encuentro e intercambio. Paralelamente, también ha surgido una gran cantidad de grupos interpretando músicas de origen latinoamericano, sobre todo de Brasil. El folklore argentino y el tango en peñas y milongas y claro, el rock característico de esta ciudad.

¿Un disco?
Florece, de las hermosas mujeres del grupo Hierbacana.

¿Una canción?
“Semillero”, de Gabi (Gabriel Dávila Kurbán)... ¡Un himno!

¿Una frase?
“Cuando alguien echa a rodar una canción en el mundo agreste, su aliento regará generaciones y será tocada y retocada a través de legiones de cantores. Nos llega macerada de humanidad. El pueblo la ventiló en la sed de infinitas gargantas y siendo el compositor anónimo de un canto reelaborado por muchos, perfecciona lo que sirvió a la emoción innumerable. Escuchada en su paisaje, como una voz de rancho en la lejanía, desata nuestro fuego y reajusta el universo”, Leda Valladares, en Cantando las raíces.

¿Un espacio?
Hace algún tiempo que vengo practicando encontrar el hogar dentro mío, pero también hay algunas cosas que ayudan a crearlo en cualquier parte: un mate, mis instrumentos del set de viaje, alguna que otra tela colorida o adornitos/amuletos que viajan conmigo, una charla o mirada de corazón... Y la música brota sin esfuerzos.

¿Con quién continúa la serie?
Viajemos por un ratito a Brasil, con Arthus Fochi 


LA MÚSICA POR SU  CANCIÓN: “IRO YE”

miércoles, 21 de septiembre de 2016

#70 - ¡Sorpresa! La canción tenía un destino propio del cual yo no sabía nada a la hora de hacerla

Gabriel Dávila Kurbán
San Juan.



¿Qué te acercó a la música?
La genética y las circunstancias. Vengo de una familia de varias generaciones de músicos y cada vez más músicos por generación. Mi abuelo, José Luis Dávila, era cantor cuyano y compositor, no lo conocí pero si lo escuché cantar. Mi papá, Alejandro Dávila, es concertista de guitarra y docente, él me facilitó los primeros acordes. La familia de mi mamá está llena de cantantes, pianistas y directores de coro, y mis compañeros de generación, mi hermana, mis hermanos, mis primas y primos, todos de una u otra forma hacemos música.

¿Cuáles fueron tus primeras incursiones?
Las primeras incursiones se limitaban simplemente a la escucha absorta de las músicas que daban vueltas por mi casa, como si fuera a entrar en un templo donde no se puede hablar, solo estar atento. Recuerdo tener una fascinación por la música vocal e instrumental del Renacimiento (Palestrina, Victoria) y del Barroco (Bach, Pachelbell, Vivaldi). Pero lo que me despertó sin remedio al hecho de hacer música fueron sin duda los Beatles, a los ocho años. Desde ahí en adelante sólo quería conocer, cantar y tocar esas canciones, y más tarde sólo quise hacer las mías propias. Hasta el día de hoy me dura la volada.

¿Tenés una metodología de composición y trabajo?
El trabajo es trabajo. La mejor metodología para hacer cualquier cosa es hacerla hasta que la terminás. Cuando era más chico me ponía desafíos como escribir una pieza musical por día durante diez días o cosas así. De esa manera aprendí que nada reemplaza al trabajo y que con trabajo y foco, todo se puede. Hoy por hoy no escribo ni una palabra ni una nota, a menos que yo esté de antemano enganchado con lo que voy a hacer. La idea tiene que seducirme de entrada y hacerme creer que vale la pena todo el trabajo que sé que voy a ponerle. Si eso sucede (y doy gracias porque sigue sucediendo), la metodología de trabajo te la dicta el trabajo en cuestión. Son una serie de intuiciones, preguntas y posibilidades que tienen que ser alcanzadas sí o sí, o sea que estás obligado a encontrar la metodología que te lo permita. Pero vuelvo a lo mismo, para eso tenés que tener una idea interna de que hay algo que necesita tomar forma, algo que te obligue a trabajar, no hacer por hacer, repitiendo fórmulas que ya funcionaron, para eso prefiero aprender a hablar chino. Ando olfateando el aire tranquilo y cuando siento que pasa algo en mí, ahí sí, cierro las ventanas, apago el celular y a trabajar.

¿Cuál es el momento más placentero del proceso musical?
No siento un momento más placentero que otro. Son todos placenteros de manera diferente, como varios gustos de helados o varios sabores en una comida.

¿De qué hablan tus canciones?
Hice canciones que denuncian o ponen de manifiesto algunos aspectos de esta humanidad, que está bueno apreciar o rever. Otras muchas son como cartas donde las ideas van saliendo conforme avanza el día o la noche, y ahí puede haber un sueño, una manera de pasar el tiempo, un te extraño, un lo siento, un chiste, una maña. Lo que sea que me y nos lleve al siguiente verso.

¿Qué esperás que pase con tus canciones?
Hay misterios en los que no quiero perder mucho tiempo ni energía y el futuro es uno de ellos. El panadero hace pan, el agricultor trabaja la tierra y el compositor compone. Acabo de hacer una larga pausa y me doy cuenta de que sí espero algo de mis canciones, lo mismo que el panadero, el carpintero y el agricultor esperan de sus trabajos: espero que todo lo que hago sirva. Que cumpla su propósito sea cual sea. Por eso trato de hacer las mejores canciones que puedo. Me he llevado sorpresas hermosas descubriendo el destino de algunas canciones. Por ejemplo: una vez me pidieron que escribiera una canción sobre los derechos de los niños para el coro de una escuela en la que trabajaba. La hice con toda la mejor onda y terminó ocurriendo que la canción era muy complicada para ser aprendida en los tiempos con que contábamos y el coro nunca la cantó. Yo igual estaba orgulloso de lo que había hecho, así que la incluí en el repertorio que tocaba en vivo y de esa manera, uno o dos años más tarde fue escuchada por unas personas que me la pidieron para armar con la letra, los talleres de Filosofía con Niños y Adolescentes que funcionaron con más de mil chicos y chicas de todo el país, en el marco del I Congreso Mundial, V Congreso Nacional y VI Congreso Provincial por los Derechos de la Infancia y Adolescencia, que se realizó en San Juan, en octubre de 2012. ¡Sorpresa! La canción tenía un destino propio del cual yo no sabía nada a la hora de hacerla.

¿Cuándo empezaste tu camino solista y por qué?
El tocar solo ha sido muchas veces producto del andar trashumante. Cuando he estado más quieto, ha sido natural encontrar compañeros más o menos fijos para tocar. Mi camino no es tan solista, de hecho empezó como un dúo y ha mutado muchas veces desde entonces. Aun viajando como solista, siempre comparto momentos musicales con las personas que me encuentro en el camino, amigos y amigos de amigos que gustan de mis canciones y tocan instrumentos. Formamos bandas efímeras. Todo producto de las circunstancias.

¿Cómo ves la escena musical?
¡Llena de oferta! Me pone muy contento ver tantas manifestaciones musicales tan diversas y desde tantos lugares diferentes; desde quienes tocan en trenes hasta las bandas que se forman en conservatorios. Hay para todos los gustos.

¿Con qué músicos de tu entorno te sentís emparentado?
Por estos días me siento emparentado a Gabriel Domeneghini, de Las Naves. No en cuanto a estilos musicales, sino en la forma de experimentar todo el hecho en sí, la vida. Algo en la forma de crecer y creer, que sin duda se imprime entre líneas a la hora de hacer música.

¿Encontrás alguna identidad musical propia de tu zona o circuito?
Cada región tiene una manera, un trato, eso que se siente cuando recién llegás a un lugar que no conocés, se ve en la gente, se respira en el aire y sin dudas cala con mayor o menor profundidad en la intimidad de las personas, músicos incluidos. No sabría decir qué es, pero que las hay, las hay. Además, también está el acento propio de cada región, la forma de hablar, de armar una frase, el ritmo entre las palabras. Es algo hermoso para explotar como músico, por eso es decepcionante ver cantantes de diferentes lugares llevando su canto al vacío estéril de la lengua neutra o peor aún, imitando el acento rioplatense y perdiéndose de esa forma la música propia del habla propia.

¿Un disco?
Rara Avis, de Las Naves (Gabriel Domeneghini).

¿Una canción?
“Monedas” de Fabricio Pérez.

¿Una frase?
“Nunca quise ser un artista de Rock o de Pop, a mí lo que me gusta es el Roll”, Keith Richards.

¿Un espacio?
Mamadera Bar.

¿Con quién continuamos?
Naiara Armendáriz →

EL MÚSICO POR SU CANCIÓN: “SEMILLERO”

miércoles, 14 de septiembre de 2016

#69 - Confiar, crecer, querer cambiar

Bruno Torino
San Juan.



¿Qué te acercó a la música?
La Vida misma, la familia que me trajo a este mundo, consumían mucha música de todos lados y estilos, desde Egberto Gismonti a los Redondos, mamá cantaba y tocaba la guitarra, mi abuela también, y eso para mí era admirable.

¿Cuáles fueron tus primeras incursiones?
Desde los dos años, que empecé a hilar palabras, ya cantaba o me ponía horas los auriculares y me quedaba ahí, tranqui, cuenta mi abuela. Luego, en la adolescencia, transcurrida en Barreal, al pie de la Cordillera de los Andes, armamos una banda de rock a los pequeños trece años, con la que empezó este camino sin fin.

¿Tenés una metodología de composición y trabajo?
No, o sí, jajaja, dejar que el vacío me atraviese, me dé la melodía y me use como canal de expresión, es algo anti-racional, que surge cuando quiere, hay que estar ahí ¡presente y dispuesto!

¿Cuál es el momento más placentero del proceso musical?
La trama, los ensayos, las previas y el escenario como broche final del disfrute, que nos lleva ahí, a hacer lo que más amamos, entre amistades que no dejan de crecer.

¿De qué hablan tus canciones?
De las experiencias vividas en el camino del auto conocimiento interior, del intento de expresar lo inexplicable, de compartirlo para sumar voces de liberación, abrir el juego de confiar, crecer, querer cambiar.

¿Qué esperás que pase con tus canciones?
Que lleguen a quien tengan que llegar, que incentiven, inspiren, abracen a los pibes y pibas que vienen con todo y son a quienes hay que escuchar siempre.

¿Cuándo empezaste tu camino solista y por qué?
Hace un año formalmente, pero en realidad desde el principio. Solista es solo una forma de decir y muchas veces equivoca, porque uno nunca está solo y menos cuando es solista, es cuando más acompañado se está, por los que confían y escuchan lo que hay para decir. 

¿Cómo ves la escena musical?
Renaciendo cual Ave Fénix una y otra vez, es inevitable como también muy entusiasmador ser parte de ese renacer con todo lo que implica, ¡ahí vamos!

¿Con que músicos de tu entorno te sentís emparentado?
Oh… Yo tengo tantos hermanos que no los puedo contar, decía el maestro. Pero así, de a flor de piel y bien de acá, del desierto cuyano, hermanos musicales como Pérez, Buquino Cabrera, Gabriel Dávila, Gabriel Domeneghini, Pabloncho Moreno, Facu Dial, el Tuto, Fabricio Montilla, Mariu, bandas como Boca seca, Lua Pamana, Los Conjunto, Los Fungis, No Ser Uno Más, Matagusanos, Canal 46, Estado Vegetativo, Marcos Ordan y más y más... Es muy intenso realmente.

¿Encontrás alguna identidad musical propia de tu zona o circuito?
Sí, es como las flores del desierto, del cactus, esas que pintan su color bebiendo del aire, eso que las hace únicas y entrañablemente fuertes.

¿Un disco?
Rara Avis, de Las Naves.

¿Una canción?
“Metal Madera y Sangre”, de Sudamericaneros.

¿Una frase?
“Todo dura un instante para toda la vida”, Luis Alberto Spinetta.

¿Un espacio?
El interior.

¿Con quién continúa la serie?
Gabriel Dávila Kurban →

EL MÚSICO POR SU CANCIÓN: “DECIRLO TODO”

lunes, 12 de septiembre de 2016

#68 - Desde el valle silencioso

Fabricio Pérez
San Juan



¿Qué te acercó a la música?
Es difícil responder eso, pero supongo que es un fenómeno que sucede en casa, mi familia, mis hermanas mayores y los hits de la radio desde muy chico. A los doce, un regalo, un capricho cumplido por mi abuela: apareció a las siete de la mañana de ese cumpleaños con una guitarra que aprendí a tocar más o menos al año, cuando entré a la escuela secundaria.

¿Cuáles fueron tus primeras incursiones?
Mis amigos de colegio fueron claves, teníamos y tendremos definitivamente una relación musical. Con ellos tuve mis primeras bandas, presentaciones y recitales. Investigamos la música y los instrumentos que nos gustaban.

¿Tenés una metodología de composición y trabajo?
La composición, tocar y cantar tienen una misión bastante terapéutica en mí. Nunca quise disciplinarlas. Siempre te sorprende la música.

¿Cuál es el momento más placentero del proceso musical?
Podría decir que para mí es la aparición y el encantamiento con una melodía, una secuencia de acordes. Aunque después las olvide por un tiempo.

¿De qué hablan tus canciones?
La mayoría son bastante intimistas, hablan de la relación con la canción o con la expresión o las palabras. Inevitablemente hablan del amor, de los que quiero, del lugar en donde vivo y del mundo que quiero construir con los demás.

¿Qué esperás que pase con tus canciones?
Que puedan movilizar. Siempre esperé eso.

¿Cuándo empezaste tu camino solista y por qué?
Creo que lo inicié hace mucho, cuando aprendí a tocar. Desde ese momento me gustó crear y escribir. Pero era más desastre que hoy, ja. Después estuve en bandas de colegio. Luego hice una pausa larga: me dedique a trabajar y estudiar sobre comunicación. Mientras terminaba la carrera tuve dos bandas más, mucho más serias, y con las que pude grabar discos y tocar mucho.

¿Cómo ves la escena musical?
Yo vivo en San Juan. La escena es muy distinta a la de hace diez años atrás. Está floreciente, se renueva y se transforma. Todavía falta mucho por mejorar y experimentar, pero soy optimista.

¿Con que músicos de tu entorno te sentís emparentado?
Con muchos. Con la mayoría diría. Las bandas que escucho o con las que toco, son bandas que encarnan, queriendo o sin querer, la fusión de estos tiempos. Los músicos y compositores de esta época tuvimos acceso a muchas músicas y eso nos emparenta en la mixtura y nos permite jugar con la diversidad. 

¿Encontrás alguna identidad musical propia de tu zona o circuito?
Sí, podría decir que los compositores de acá hablan desde el valle silencioso, el desierto que nos rodea. Eso aparece en las composiciones.

¿Un disco?
Ciudades, de TOCH.

¿Una canción?
“En el infinito”, Sig Ragga.

¿Una frase?
“Canta toda la vida. Canta con emoción y al partir sentirás una brisa inmensa de libertad...”.

¿Un espacio?
Todas las instancias que se parecen a mi casa.

¿Con quién continúa la serie?
Bruno Torino Bustamante →

EL MÚSICO POR SU CANCIÓN: “SOL ROSADO”