Luciana Jury
Tortuguitas, Buenos Aires.
¿Qué te acercó a la música?
Vengo de una familia de músicos, todos autodidactas. Vale decir que
desde la panza de mi madre la música me viene acompañando.
¿Cuáles fueron tus primeras
incursiones?
En reuniones familiares y con amigos de mis padres es donde comienzan
mis primeras formas del canto. Luego, a los ocho años comencé con clases de
guitarra por un par de años y de adulta experimenté con algunos profes de
canto.
¿Tenés una metodología de
composición y trabajo?
No me propongo nada a la hora de componer, dejo que fluya cuando tomo
la guitarra y así van apareciendo nuevas maneras de interpretar o reinterpretar
canciones de otros o canciones anónimas (que es lo que he venido interpretando
estos últimos años). Puede sucederme, en la evocación, el recuerdo de canciones
que me construyeron en mi infancia y me aparecen en la creación, dándoles todo
mi tiempo vivido, entonces ese recuerdo se vuelve una nueva canción.
¿Cuál es el momento más
placentero del proceso musical?
Justamente cuando me sorprendo de lo que ocurre casi como por
generación espontánea. Cuando una nostalgia me abarca, tomo la guitarra y puedo
traer del pasado un sonido que me acunó. Por lo general son canciones que he
venido escuchando toda mi vida, más nunca ejecuté, y cuando la evocación del
corazón me trae el recuerdo, del amor que me da, solita empieza a sonar a
través de mis manos y explota en la voz. En cuanto a las composiciones propias,
si bien no he sido lo suficientemente prolifera, me ocurre que primero aparece
la música y las letras suelo parirlas con otro: mi padre, el escritor y músico
Zuhair Jury, Carlos Delgado, o Goyo Grasso, mi compañero de vida.
¿De qué hablan tus canciones?
Del milagro de estar vivos, de sentir el amor en sus miles formas.
Trato de que el que escuche se conmueva por estas mismas cuestiones por las que
yo también me conmuevo.
¿Qué esperás que pase con tus
canciones?
Nada, que fluyan y sigan su camino libres.
¿Cuándo empezaste tu camino
solista y por qué?
En 2011, cuando lanzo mi primer disco llamado Canciones brotadas de mi raíz. Mi necesidad de hacer este disco,
que me llevó tres años de trabajo, era la de plasmar un documento identitario
que reflejara mis influencias más algunas canciones propias.
¿Cómo ves la escena musical?
Este es un momento político inminente, todo está por reformularse y
tengo mis intrigas. Lo que puedo decir es que hasta el momento, lo que se ha
hecho en materia cultural es descollante. Ojalá continúen con lineamientos similares
y que difundan cada vez más artistas nuevos, que los hay y de montones por todo
el país.
¿Con que músicos de tu entorno
te sentís emparentada?
Bueno me voy a referir ahora a todos los músicos con los que me he
cruzado y hemos hecho algo juntos. Siento que cuando hay emparentamiento es
como el amor, nos juntamos porque así lo pide el destino: Maldita huella (2008), disco a dúo con Carlos Moscardini,
participación en el disco de Quique Sinesi, Cuchichiando
(2010), junto al cantautor Gabo Ferro en 2014, disco dúo con Gabo Ferro.
¿Encontrás alguna identidad
musical propia de tu zona o circuito?
Yo soy del conurbano bonaerense, toda mi vida viví en Tortuguitas, y
siento que más allá de mis vivencias y experiencias particulares, mi música se
acerca al criollismo en mi forma de cantar y el repertorio que abordo, pero
también a mis influencias del rock, el tango y la cumbia, un combo difícil de
comprender y que sólo se termina de digerir en la escucha de mis trabajos.
¿Un disco?
Dos: Canto y guitarra, de Atilio
Reynoso; In Rainbows, de Radiohead.
¿Una canción?
“El árbol del olvido”, música de Alberto Ginastera y letra de Fernán
Silva Valdés.
¿Una frase?
“Que Dios me libre de las aguas
mansas, que de las bravas me encargo yo”, aprendida de mi bisabuela.
¿Un espacio?
Los desiertos de Mendoza.
¿Con quién continúa la serie?
Goyo Grasso, Cenizas del Alba →
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