Lautaro Davila
Temperley, provincia
de Buenos Aires.
¿Qué te acercó a la música?
A la música me acerqué desde pequeño cuando, luego de
escuchar a mi papá tocar la guitarra y a mi mamá cantar, era yo quien me
acercaba a las seis cuerdas para jugar con ellas. Sin dudas, lo que selló en mí
el vínculo con este arte, es una sensación de libertad, juego y búsqueda. Los
discos que mi viejo ponía en su bandeja seguro tuvieron mucho que ver; la suave
voz de mi vieja cantándome antes de irme a dormir o al despertar, también.
Podríamos decir que no fui yo quien se acercó sino ella, la música, la cual
habitó desde siempre en mi vida.
¿Cuáles fueron
tus primeras incursiones?
Siempre me la pasé golpeando cosas, armando ritmos. A
su vez, también en mi casa había una vieja criolla de concierto que mi abuela
le había regalado a mi papá cuando era adolescente. Con esa guitarra aprendí
mis primeros acordes, ayudado también por mi hermano mayor en su momento.
Recuerdo que cuando tenía alrededor de seis o siete años armé una primera y muy
simple sucesión de acordes que tocaba repetidamente. En algún momento le daba
un bongó a mi hermano menor y armábamos la bandita para tocar infinitamente los
acordes que para mí eran como un descubrimiento, como un tesoro. Ya más de
grande, a los trece años, me dispuse a emprender el camino de la música
formalmente y me compré mi primera batería, el primer instrumento que estudié
seriamente.
¿Tenés una
metodología de composición y trabajo?
Ante todo creo que cuando desarrollamos un hecho
artístico, lo que hacemos es canalizar nuestra energía a través del
instrumento, de la tela, de la palabra, etc. Por ende, creo que el primer paso
para llevar a cabo ese proceso es el de experimentar la vida cada vez con más
intensidad. Esto es algo fundamental: el artista, para decir algo, tiene que
transitar caminos. El rol que siento al componer es el de bajar información de
lugares lejanos de mí mismo, compartir esos caminos recorridos. Una vez que
tengo algo para decir, lo escribo. La música generalmente nace de mi juego
cotidiano con la guitarra. En algún momento la sonoridad de lo que estoy
tocando me canta una melodía y me pide cierta poesía, la cual busco en mis
escritos. Mi intento está puesto en que la creación sea para mí un espacio de libertad y experimentación.
¿Cuál es el
momento más placentero del proceso musical?
No puedo hablar de un momento más placentero, tocar un
tema en vivo me produce cosas hermosas, así también como los primeros acordes y
melodías que surgen. Por supuesto que también grabar. Esto es algo que disfruto
mucho, me gusta dedicar mi energía a la producción de las canciones para armar
discos con ellas.
¿De qué hablan
tus canciones?
De mi tránsito por estos lares, en esta forma humana.
¿Qué esperás
que pase con tus canciones?
No espero nada en particular. Disfruto mucho hacer
música que ante todo me transmita cosas a mí mismo.
¿Cuándo
empezaste tu camino solista y por qué?
En el año 2013 empecé a tocar las primeras canciones
como solista, a guitarra y voz. Lo que me incitó a hacerlo fue el deseo de
emprender el camino musical, compartir esto que disfruto tanto. Luego, al poco
tiempo, se sumó a las presentaciones una gran compañera que me regala este
hacer, Candela Czarnowski, con la cual emprendimos lo que hoy se llama Aireeria,
un grupo que actualmente cuenta con nueve integrantes y un disco, Antes de Ser Semilla, que verá la luz
durante este mes de diciembre.
¿Cómo ves la
escena musical?
Hay grandes artistas por todos lados. Proyectos
autogestivos que verdaderamente están en un gran nivel. Creo que hoy en esto
que llamamos “under” se refugian banderas y horizontes sagrados. Hay mucha
gente hablando, cantando y construyendo libertad, y eso me encanta. Esos son
los grupos que me conmueven.
¿Con que
músicos de tu entorno te sentís emparentado?
Me siento cerca de todx músicx que exprese a través de
su arte una búsqueda de libertad.
¿Encontrás
alguna identidad musical propia de tu zona o circuito?
La zona sur del conurbano es de una riqueza hermosa.
La identidad musical es algo multidimensional. La fusión es hoy el horizonte.
¿Un disco?
Valtari, de Sigur Ros.
¿Una canción?
“La Bengala Perdida”, de Spinetta.
¿Una frase?
“Recuerda que un
guerrero no detiene jamás su marcha”.
¿Un espacio?
El Refugio de Burzaco.
¿Con quién
continúa la serie?
Gabriel Ardanaz →
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