Martiniano Tanoni
Banfield, provincia de Buenos Aires.
¿Qué te acercó
a la música?
Lo primero que pienso es en algunas escenas de mi
infancia: mi viejo cantando zambas con su guitarra en su cuarto, mi madre
escuchando y cantando Sui Generis y Almendra, mi tío con la onda del rock
progresivo (que supo inculcarme) y mi abuelo haciéndome escuchar música clásica.
Pienso que esas cuatro vertientes confluyen en mi identidad musical.
¿Cuáles fueron
tus primeras incursiones?
Dicen que de muy purrete “dirigía” escuchando música clásica,
así que parece que algo de interés había… Lo primero que recuerdo es sentarme
al piano de mi abuelo, a los cinco o seis años y jugar. A los siete años mi
vieja me mandó al taller de piano del colegio. Fui a regañadientes, pero
descubrí que tenía mucha facilidad. También tomé algunas clases de guitarra,
pero me decidí por el piano. Luego tomé clases particulares con dos profes muy
grosos, cada uno en su estilo: Jorge Goldstein y Verónica López Skapin. Y a los
catorce entré en el Conservatorio Julián Aguirre, donde hice la carrera de
piano con la genia de Ana Stampalia. Ese sería el comienzo de la formación
“académica”, pero desde chico empecé también a improvisar y componer melodías.
En realidad me gustaba eso muchísimo más que estudiar las obras clásicas...
Luego empezaron a salir algunas canciones, primero con letras de otros y luego
propias. Y encontré ahí una identidad. De algún modo sabía que eso era algo que
nadie podría sacarme nunca.
¿Tenés una
metodología de composición y trabajo?
Hay muchos métodos para componer, pero creo que
ninguno es garantía de nada. Es algo muy personal. En mi caso, soy bastante
desordenado. No me hallo en la rutina. Quizás pueden pasar días y no compongo o
escribo nada y de repente surge una idea movilizadora y no puedo dejar de
pensar en eso. Y ahí es cuando no duermo y estoy obsesionado por terminar de
redondear la obra, ya sea una canción o algo más complejo. De todos modos,
también me ha pasado que hay ideas que surgen en algún momento y terminan
definiéndose años después. Creo que la creación es algo que está más allá de
nuestro control, y hay que dejar que los procesos maduren solos. Cada obra es
única y tiene sus tiempos, así como cada persona.
¿Cuál es el
momento más placentero del proceso musical?
La creación, sin duda alguna. Es único. Y dentro del
proceso creativo, el momento en el que todo se revela. La inspiración o
epifanía. Después, últimamente disfruto mucho el proceso del armado del tema
(compartido con otros músicos) y la grabación. Grabar me apasiona, me parece
algo increíble y mágico.
¿De qué hablan
tus canciones?
De mí, básicamente. De experiencias personales,
sentimientos, pensamientos. Más que nada sobre la vida, el amor, el desamor, la
soledad, la muerte, la injusticia del mundo.
¿Qué esperás
que pase con tus canciones?
Que trasciendan. Que emocionen. Que ayuden a alguien
en momentos de oscuridad, como me sucedió y sucede a mí con la música de los
artistas que admiro.
¿Cuándo
empezaste tu camino solista y por qué?
En 2011 decidí grabar un disco solista, junto a varios
músicos invitados. Luego de haber integrado varias bandas que por distintos
motivos se separaron, quise grabar algunos temas que había hecho en esas
bandas. Así nació Juventud, un disco
algo hippie, que luego presentamos con Los jóvenes de siempre, durante 2012 y
2013. Después volví a agarrarle el gustito a tener una banda, y así Los jóvenes
mutaron a Escalera. Pero el camino
solista sigue, con otro disco proyectado para terminarse este verano. Cada
tanto me presento sólo con mis canciones, es un lindo desafío.
¿Cómo ves la
escena musical?
A nivel masivo, no hay muchas cosas que me interesen,
sinceramente. Pero en lo que llamamos el “under”, hay muchísimas bandas y
solistas que están haciendo música muy grosa. Creo que la posta es hacer. Soñar
y concretar proyectos. El camino del artista independiente de los grandes
sellos discográficos me parece genial para los que aspiramos a hacer algo
valioso. Todo cuesta más trabajo, porque uno además de la música debe ocuparse
de la difusión, de generar fechas, de producir sus propios discos… Pero creo
que a la larga no hay nada como el orgullo de saber que uno fue siempre honesto
consigo mismo y lo que quería hacer. Creo que un verdadero artista debe serlo,
en realidad.
¿Con que
músicos de tu entorno te sentís emparentado?
Tengo varios hermanos musicales, compas de diferentes
proyectos actuales y pasados: Naya Ledesma (con quien tenemos el dúo
MartiNayando), Agustín Fernández, Carlitos Alegre y Cristian Jaimes (compas de
Escalera), Nicolás Penso y Tomás Nos (con quienes armamos el trío Nameku), Joaquín Scheuer y Leandro Narduzzo (con
quienes integramos Manos en 2007-2009), Gustavo Rosas y Marcelo Arrieta (compas
de Tarro, trío de folclore y música latinoamericana), Carlos Jaimes (gran
director de orquesta, con el que hemos compuesto algunos temas), Matías Wilson
(grosísimo pianista y bandoneonista con el que tenemos un dúo
informal-esporádico), Martín Lippo y Matías Treister (guitarra y batería de Los
jóvenes…), Leonel Barranou y Leandro Taddey (con quienes armamos una fugaz
banda llamada Parte del Mar en 2010), Fernando Colica (con quien ahora estamos
produciendo mi segundo disco). Y después, me siento cercano a muchos colegas
con los que tenemos una admiración y respeto mutuo por el laburo musical. No
los nombro porque seguro me olvido de algunos y sería injusto. Pero son muchos,
y de distintos “mundos”. La música une.
¿Encontrás
alguna identidad musical propia de tu zona o circuito?
No. Creo que hay estilos muy diversos… ¡por suerte! Si
no, sería un bodrio.
¿Un disco?
Hay muchísimos, pero
elijo La hija de la lágrima,
de Charly. Me partió el bocho a los diez años, y ya nada fue igual.
¿Una canción?
También, hay miles… Vamos con una de Luis: “Canción para los días
de la vida”.
¿Una frase?
“¿Qué más vas a
pedirle a la vida, si todo está en su lugar? ¿Qué más que no sea tiempo, magia
y aire para respirar?”, estribillo de “Fogata”,
canción del último disco de Escalera.
¿Un espacio?
Cualquier estudio de grabación.
¿Con quién
continúa la serie?
Lautaro Dávila →
EL MÚSICO POR
SU CANCIÓN: “ÚLTIMA HORA”, ESCALERA
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