Emanuel Berro
Rosario, Santa Fe
¿Qué te acercó
a la música?
Me gusta pensar en que mi primer acercamiento viene de
antes de nacer, en los latidos del corazón de mi vieja, en lo que me podrían
haber cantado o en la música que podría haber llegado a mis oídos. Mi papá
escuchaba mucha música y solía poner algún disco por las noches, antes de
dormir, cuando con mis hermanas éramos chicos. Puedo nombrar eso como un
acercamiento, siendo niño. Después, seguramente, el jardín de infantes, la
primaria y la radio. Yo escuchaba mucha radio. Ya de más grande, fue un canal
expresivo y de catarsis muy grande. Podría racionalizar mi acercamiento a la
música de varias maneras, prefiero dejarlo como una multiplicidad de bellos
factores.
¿Cuáles fueron
tus primeras incursiones?
Recuerdo cuando, a los siete u ocho años, agarraba una
guitarra pequeña que tenía mi abuela materna y rasgueaba con la mano derecha
creyendo que eso ya era “tocar” la guitarra. Ya era algo, sin duda. Podría
decir que mis primeras incursiones, de manera sostenida y estable, fueron en el
secundario, en dos ámbitos. Primero, en el grupo juvenil de mi colegio, cuando
animábamos las misas y celebraciones o en las primeras guitarreadas. Y segundo,
el profesor de música del colegio nos proponía hacer actuaciones en vivo, armar
repertorios y cantar. Yo aprendí a tocar la guitarra a los trece años, con un
profe particular que vivía frente a mi casa, de manera que contaban conmigo
para ese tipo de actividades.
¿Tenés una
metodología de composición y trabajo?
No, no la tengo aún. Hay épocas más fecundas que otras
y trato de tocar algo todos los días. Como mis conocimientos teóricos de música
son básicos, me manejo bastante intuitivamente, armando armonías y melodías que
me gustan por cómo suenan, tratando de pasar a la guitarra cosas silbadas o
cantadas. Y generalmente, si ando con una idea o intención de letra clara,
trato de ir componiendo junto con la música.
¿Cuál es el
momento más placentero del proceso musical?
Siempre que toco y canto alguna canción mía o de otra
persona y me sale fluida, bonita, clara, es placentero para mí. También lo es el
momento de la devolución, cuando quienes te escuchan te demuestran sinceramente
que lo que estás haciendo les llegó, les dijo algo, les emocionó. Pero sin duda
que el momento más placentero del proceso, en mi caso, es terminar una canción
propia, ajustar los detalles, pulir la letra, cantarla varias veces y que ya no
haya ni una palabra o un acorde que no me guste cómo quedó.
¿De qué hablan
tus canciones?
Creo que sobre todo hablan de mi forma de sentipensar
y de estar en el mundo. Por un lado, los temas tienen que ver con intereses o
intencionalidades que me atraviesan desde siempre y que hablan de la historia
personal, como pueden ser la libertad, la memoria, el amor, el recuerdo, el
disfrute, el poder estar plenamente en el aquí y en el ahora. Pero también se
nutren de mi visión de las cosas que pertenecen más a lo social, a lo común, a
lo de todxs, como la justicia, el trabajo, el tiempo, la cotidianeidad. También
es cierto que son dos realidades que están demasiado relacionadas como para
separarlas. Podría agregar, a modo de resumen, que son una lectura de lo que
pasó, de lo que pasa y de lo que quisiera que pase.
¿Qué esperás
que pase con tus canciones?
Espero que crezcan, que se multipliquen, que sigan
siendo honestas y que sean bien recibidas, gusten o no.
¿Cuándo
empezaste tu camino solista y por qué?
Pensar en el “camino solista” no me representa del
todo, aunque sí me gusta pensar en que puedo compartir y defender mis canciones
de manera solista, más allá de que pueda formar algún grupo algún día. Simplemente
se dio, comencé a tocar mis canciones en los ámbitos más cercanos, de amigos,
de militancia, con cierta urgencia de mostrar, de compartir y me fui
encariñando con la idea de hacer canciones. Hoy toco mucho más de manera
solista que de forma grupal, tal vez por una cuestión de simplificación y de
moverme más rápido, y por qué no para ponerme a prueba a mí mismo y ponerle el
cuerpo a las canciones. Pero me gusta pensar en un dúo o trío en el que hagamos
canciones mías y de otrxs. El hecho de ser un grupo y estar en sintonía con
otrxs también dice mucho y enriquece las canciones, es más poder.
¿Cómo ves la
escena musical?
Muy fecunda, muy nutrida, con mucha diversidad de
propuesta, ganas de juntarse, de conocerse y gran capacidad de autogestión de
muchos cumpas. Admiro mucho a algunxs compañerxs que además de tener una
propuesta musical muy bella, con mucha poesía y música, son capaces de ir
construyendo su camino de manera autogestiva, aunque cueste mucho.
¿Con qué
músicos de tu entorno te sentís emparentado?
Aunque me reconozco a varios años luz en lo que a
dedicación y trabajo se refiere, me identifico mucho con la propuesta y la
búsqueda de músicos como Lucas Heredia (Córdoba), Julián Venegas (de Rosario),
Juan Aznárez (del grupo El Mayllín y el dúo Aznárez- Cortéz). Pero también
disfruto y me emociono mucho con músicos como José Luis Aguirre, Ramiro
González, Paola Bernal y otros, menos conocidos aún, como Sandro Rodríguez (de
Salta) o Facundo Amuchástegui (de Córdoba).
¿Encontrás
alguna identidad musical propia de tu zona o circuito?
Pienso que hay búsquedas o lenguajes similares, tal
vez intereses parecidos de comunicar cosas de forma similar. Hay sonoridades o
estilos que se repiten demasiado, también, para mi gusto. Pero sobre todo
pienso que es un momento de apertura, de diversidad, y no me animo a sacar
muchas conclusiones, porque tampoco conozco tanto.
¿Un disco?
Puentes invisibles, de Lucas Heredia y Julián Venegas.
¿Una canción?
“La buena luz”, Julián Venegas.
¿Una frase?
“El mundo no es, el mundo está siendo”, Paulo Freire.
¿Un espacio?
La plaza de mi barrio: Plaza Cisneros, Alto Alberdi,
Córdoba.
¿Con quién
continúa la serie?
De a pie →
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