Gabriel Dávila Kurbán
San Juan.
¿Qué te acercó a la música?
La genética y las circunstancias. Vengo de una familia de varias
generaciones de músicos y cada vez más músicos por generación. Mi abuelo, José
Luis Dávila, era cantor cuyano y compositor, no lo conocí pero si lo escuché
cantar. Mi papá, Alejandro Dávila, es concertista de guitarra y docente, él me
facilitó los primeros acordes. La familia de mi mamá está llena de cantantes, pianistas
y directores de coro, y mis compañeros de generación, mi hermana, mis hermanos,
mis primas y primos, todos de una u otra forma hacemos música.
¿Cuáles fueron tus primeras
incursiones?
Las primeras incursiones se limitaban simplemente a la escucha absorta de
las músicas que daban vueltas por mi casa, como si fuera a entrar en un templo
donde no se puede hablar, solo estar atento. Recuerdo tener una fascinación por
la música vocal e instrumental del Renacimiento (Palestrina, Victoria) y del Barroco
(Bach, Pachelbell, Vivaldi). Pero lo que me despertó sin remedio al hecho de
hacer música fueron sin duda los Beatles, a los ocho años. Desde ahí en
adelante sólo quería conocer, cantar y tocar esas canciones, y más tarde sólo
quise hacer las mías propias. Hasta el día de hoy me dura la volada.
¿Tenés una metodología de
composición y trabajo?
El trabajo es trabajo. La mejor metodología para hacer cualquier cosa
es hacerla hasta que la terminás. Cuando era más chico me ponía desafíos como
escribir una pieza musical por día durante diez días o cosas así. De esa manera
aprendí que nada reemplaza al trabajo y que con trabajo y foco, todo se puede. Hoy
por hoy no escribo ni una palabra ni una nota, a menos que yo esté de antemano enganchado
con lo que voy a hacer. La idea tiene que seducirme de entrada y hacerme creer
que vale la pena todo el trabajo que sé que voy a ponerle. Si eso sucede (y doy
gracias porque sigue sucediendo), la metodología de trabajo te la dicta el
trabajo en cuestión. Son una serie de intuiciones, preguntas y posibilidades
que tienen que ser alcanzadas sí o sí, o sea que estás obligado a encontrar la
metodología que te lo permita. Pero vuelvo a lo mismo, para eso tenés que tener
una idea interna de que hay algo que necesita tomar forma, algo que te obligue
a trabajar, no hacer por hacer, repitiendo fórmulas que ya funcionaron, para
eso prefiero aprender a hablar chino. Ando olfateando el aire tranquilo y
cuando siento que pasa algo en mí, ahí sí, cierro las ventanas, apago el
celular y a trabajar.
¿Cuál es el momento más
placentero del proceso musical?
No siento un momento más placentero que otro. Son todos placenteros de
manera diferente, como varios gustos de helados o varios sabores en una comida.
¿De qué hablan tus canciones?
Hice canciones que denuncian o ponen de manifiesto algunos aspectos de
esta humanidad, que está bueno apreciar o rever. Otras muchas son como cartas
donde las ideas van saliendo conforme avanza el día o la noche, y ahí puede
haber un sueño, una manera de pasar el tiempo, un te extraño, un lo siento, un
chiste, una maña. Lo que sea que me y nos lleve al siguiente verso.
¿Qué esperás que pase con tus
canciones?
Hay misterios en los que no quiero perder mucho tiempo ni energía y el
futuro es uno de ellos. El panadero hace pan, el agricultor trabaja la tierra y
el compositor compone. Acabo de hacer una larga pausa y me doy cuenta de que sí
espero algo de mis canciones, lo mismo que el panadero, el carpintero y el
agricultor esperan de sus trabajos: espero que todo lo que hago sirva. Que
cumpla su propósito sea cual sea. Por eso trato de hacer las mejores canciones
que puedo. Me he llevado sorpresas hermosas descubriendo el destino de algunas
canciones. Por ejemplo: una vez me pidieron que escribiera una canción sobre
los derechos de los niños para el coro de una escuela en la que trabajaba. La
hice con toda la mejor onda y terminó ocurriendo que la canción era muy
complicada para ser aprendida en los tiempos con que contábamos y el coro nunca
la cantó. Yo igual estaba orgulloso de lo que había hecho, así que la incluí en
el repertorio que tocaba en vivo y de esa manera, uno o dos años más tarde fue
escuchada por unas personas que me la pidieron para armar con la letra, los
talleres de Filosofía con Niños y Adolescentes que funcionaron con más de mil
chicos y chicas de todo el país, en el marco del I Congreso Mundial, V Congreso
Nacional y VI Congreso Provincial por los Derechos de la Infancia y
Adolescencia, que se realizó en San Juan, en octubre de 2012. ¡Sorpresa! La
canción tenía un destino propio del cual yo no sabía nada a la hora de hacerla.
¿Cuándo empezaste tu camino
solista y por qué?
El tocar solo ha sido muchas veces producto del andar trashumante.
Cuando he estado más quieto, ha sido natural encontrar compañeros más o menos
fijos para tocar. Mi camino no es tan solista, de hecho empezó como un dúo y ha
mutado muchas veces desde entonces. Aun viajando como solista, siempre comparto
momentos musicales con las personas que me encuentro en el camino, amigos y
amigos de amigos que gustan de mis canciones y tocan instrumentos. Formamos
bandas efímeras. Todo producto de las circunstancias.
¿Cómo ves la escena musical?
¡Llena de oferta! Me pone muy contento ver tantas manifestaciones
musicales tan diversas y desde tantos lugares diferentes; desde quienes tocan
en trenes hasta las bandas que se forman en conservatorios. Hay para todos los
gustos.
¿Con qué músicos de tu entorno
te sentís emparentado?
Por estos días me siento emparentado a Gabriel Domeneghini, de Las
Naves. No en cuanto a estilos musicales, sino en la forma de experimentar todo
el hecho en sí, la vida. Algo en la forma de crecer y creer, que sin duda se
imprime entre líneas a la hora de hacer música.
¿Encontrás alguna identidad
musical propia de tu zona o circuito?
Cada región tiene una manera, un trato, eso que se siente cuando recién
llegás a un lugar que no conocés, se ve en la gente, se respira en el aire y
sin dudas cala con mayor o menor profundidad en la intimidad de las personas,
músicos incluidos. No sabría decir qué es, pero que las hay, las hay. Además,
también está el acento propio de cada región, la forma de hablar, de armar una
frase, el ritmo entre las palabras. Es algo hermoso para explotar como músico,
por eso es decepcionante ver cantantes de diferentes lugares llevando su canto
al vacío estéril de la lengua neutra o peor aún, imitando el acento rioplatense
y perdiéndose de esa forma la música propia del habla propia.
¿Un disco?
Rara Avis, de Las Naves
(Gabriel Domeneghini).
¿Una canción?
“Monedas” de Fabricio Pérez.
¿Una frase?
“Nunca quise ser un artista de
Rock o de Pop, a mí lo que me gusta es el Roll”, Keith Richards.
¿Un espacio?
Mamadera Bar.
¿Con quién continuamos?
Naiara Armendáriz →
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