Juan Francisco Sarady
Avellaneda, Buenos Aires.
¿Qué te acercó a la música?
Las ganas de conocerme a mí mismo y de vincularme con los demás, de
encontrar un lugar para todos esos sentimientos y emociones que no podía
expresar solo en palabras.
¿Cuáles fueron tus primeras
incursiones?
Cuando era adolescente teníamos una banda de rock de barrio en la que
componíamos temas, nos juntábamos y dábamos lugar a todo eso que queríamos
decir.
¿Tenés una metodología de
composición y trabajo?
Creo que todos la tenemos, más organizada o caótica, más estructurada o
menos. La mía, al menos, consiste en darle rienda suelta a ideas y divagues;
tomo nota, acopio y utilizo la memoria para interpretar y reinterpretar las
señales que se presentan en el cotidiano si es que uno está atento. Las voy anotando
como ideas sueltas y luego las trabajo, trato de correrme del lugar inicial en
el que me encontraba cuando se presentó el motivo y desarrollo en el mismo
visiones desde diferentes focos.
¿Cuál es el momento más
placentero del proceso musical?
La interpretación, sin lugar a dudas, el momento de entregarlo todo, en
el que no hay mentiras, simplemente es. En mi opinión, no hay como la música en
vivo.
¿De qué hablan tus canciones?
Fatos existenciales con una pizca de amor y melancolía. Personajes típicos,
postales barriales y corporales, momentos ícono de mi vida o la de algún
personaje que elijo para contar.
¿Qué esperás que pase con tus
canciones?
Simplemente que sean, asumo el compromiso de tratar de llevarlas a
todos los lugares donde pueda. El solo hecho de exteriorizarlas ya completa, en
mi opinión, el proceso creativo.
¿Cuándo empezaste tu camino
solista y por qué?
No me considero un músico solista, por más que a veces toque solo y
trabaje con ese dúo de voz y acompañamiento que uno tiene con uno mismo. Elijo
compartir con músicos, pero sobre todo con amigos. Creo que eso completa de
alguna manera la interpretación a través del aporte invaluable de los cercanos.
¿Cómo ves la escena musical?
No puedo abarcar la visión total de la escena, obviamente. Hablando de
mi entorno, veo muchas propuestas interesantes que están en constante cambio y
desarrollo, y eso habla de una necesidad imperiosa de expresar nuevas
situaciones, nuevas vivencias que están atravesadas por la modernidad.
¿Con que músicos de tu entorno
te sentís emparentado?
Con los que, como yo, día a día, asumen y abrazan el compromiso de la música
y de la expresión, el oficio en sí mismo. En mi opinión, son los artistas
callejeros independientes, que eligen ese paradigma como forma de vida, que se
hacen cargo de que cuentan con esta herramienta, con la que pueden interpretar
y deconstruir a través del arte al hombre moderno. Esta expresión que hace que
uno tenga por unos minutos la atención, el respeto y el silencio del
espectador.
¿Encontrás alguna identidad
musical propia de tu zona o circuito?
Creo que hay una identidad común entre los artistas contemporáneos, de
mi entorno y no tanto, y que muchas veces es complementaria y otras veces
opuesta en los medios que uno elige para producir y expresar, su estética y los
objetivos que persigue.
¿Un disco?
Abra, Andrés Deus.
¿Una canción?
“Tango Tiempo”, Matías Fain.
¿Una frase?
“Se atrapan más moscas con una
cucharada de miel que con una de vinagre”.
¿Un espacio?
Mi rancho.
¿Con quién continúa la serie?
Matías Fain →
EL MÚSICO POR SU CANCIÓN: “RAMALLO”
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