Naya Ledesma
Pachuca de Soto, Hidalgo, México.
¿Qué te acercó a la música?
Es curioso cómo una pregunta tan común y simple como esa, sea tan
difícil de responder con justicia. Uno se apoya en la memoria,
remonta a los recuerdos..., y los recuerdos están siempre teñidos con un
tinte emocional. Si te cuento lo primero que me pasa por la mente cuando me
hacen esa pregunta, tendría que decir que veo a mi padre sentado en la mesa,
trabajando o leyendo, y puedo recordar que escuchaba música clásica, pero a
veces también a Zitarrosa, ¿o era Silvio…?
Mi primer acercamiento fue mi familia. Lo que se escuchaba en casa. Ésa
sería comúnmente la respuesta a la pregunta, y sería correcta. Pero también
recuerdo que por casa pasaron amigos cercanos que eran grandes músicos y de los
cuales aprendí la diferencia entre un clarinete y un saxofón, qué era la
respiración diafragmática y cómo seguir una clave dos-tres antes de entender la
diferencia entre un verbo y el sustantivo. Parece pretencioso decirlo así, pero
la realidad es que la música entró en mi vida y en mi cuerpo de una manera
mucho más orgánica y natural que, por ejemplo, las matemáticas.
Mi hermano Julián, al quien yo era muy cercana a esa edad, comenzó a
aprender a tocar la guitarra de manera autodidacta, y yo fui testigo de ese
proceso. Lo veía practicar las canciones. Me sentaba junto a él y lo acompañaba
con mi voz. De esa manera me contagié. También yo comencé a tener curiosidad
con la guitarra.
También influyó mi padrastro, Lalo Aibar, músico salteño de folclore,
con una voz grave, profunda, cautivadora y hermosa. Y tocaba en su
guitarra, con maestría, todas esas canciones de folclore argentino que yo había
escuchado en los casetes de mis padres. Así que cuando quise aprender los
primeros pasos en una guitarra, esos pasos los di gracias a él. Luego di rienda
suelta a mi propio gusto y me senté a tocar en la guitarra lo que a mí me
pareciera.
¿Cuáles fueron tus primeras
incursiones?
Considero que la primera incursión seria en la música se dio gracias a
mi otro hermano, Ariel. Él se encontraba en su periodo poético y era muy bueno
escribiendo. Un día le pedí que me dejara leer un poema y así lo hizo. Lo
leí. Entonces comencé a “sentir” el ritmo del poema. El compás. La cadencia.
Tomé la guitarra y toqué unos acordes al azar. Recuerdo que comencé por “re
menor”... , luego fui a sol mayor... , de ahí a do mayor y luego “la menor”... Conforme fui amasando esos acordes mientras
leía la letra, una melodía natural se filtró y ¡Taráaaan…! Ya tenía lista la
primera estrofa. Se lo canté a mi hermano y le encantó.
Y así fue como pasó. Yo había compuesto música.
Al poco tiempo, inspirada por ese suceso y por lo que escribía mi
hermano, me atreví a escribir mi primera canción. Para mi grata sorpresa, la
canción fue una especie de “hit” entre los amigos artistas que estaba
frecuentando. Conformamos juntos una banda. Y fue así que me decidí por la
música. Fue un camino de ida. Nunca más di un paso atrás.
¿Tenés una metodología de
composición y trabajo?
Mi metodología varía según la necesidad de la canción. Hay veces que un
tema surge por medio de la música, y entonces le vas dando lo que falta pasando
por varios filtros e intentos de letra y ritmos. Hay ocasiones que la letra
viene primero, entonces debes escuchar lo que te pide su candencia natural para
encontrar la música adecuada. Pero sobre todo, llegan esos momentos en que debes
parar de componer para que la creación verdadera suceda. No hay que forzar
la canción demasiado.
Me di cuenta que los períodos en que no estoy componiendo nada,
son las mejores etapas de mi proceso creativo. Soy como un oso que está “invernando”,
juntando toda la data, dejando que las canciones que vendrán en el
futuro maduren dentro mío. En otras palabras, dejo que mi
mente descanse y absorba todo lo que el mundo le está ofreciendo. Trato de
no entrar en pánico, claro. Gracias a que aprendí a esperar, mis canciones
encuentran nuevos rumbos.
Pero más allá de la metodología, hay un buen grado de azar en el hecho
creativo. A veces uno, simplemente, tuvo suerte. Tengo canciones
que compuse en cinco minutos. Una suerte afortunada. Pero estoy
especialmente orgullosa de aquellos temas que me han costado cinco años en
terminar.
¿Cuál es el momento más
placentero del proceso musical?
Encuentro placentero todos los momentos del proceso
musical, porque son placeres distintos uno del otro. Uno de esos momentos
es cuando nada existe todavía, entonces disfrutas de ser espectador, oyente.
Otro momento es cuando dejo salir la música sola y la dejo ser. Muchas de mis
melodías comenzaron como una improvisación, mientras hacía otra cosa
(cocinaba, barría, viajaba en el colectivo o acunando a mi hija). Dejar al
instinto que hable sin tapujos es un proceso placentero y relajante. Otro momento
de placer es cuando logras dar con las palabras precisas, con una
frase que lo vale todo. Algunas de las composiciones que tengo tienen
alguna frase o palabra, una estrofa que me encanta y casi te podría
decir que tan sólo por esos fragmentos canto la canción, para llegar hasta
ahí. Algo similar pasa con fragmentos musicales. Uno de los
poemas de Alfonsina Storni que musicalicé tiene un intermedio musical que
me hace muy feliz. Es dulce y emotivo. Otro momento es cuando la
canción está lista y se la quieres mostrar a todo el mundo. Siempre se siente
como si acabaras de componer la mejor canción de la historia. Es un momento de
euforia pero también es un momento de gran vulnerabilidad. Y por último..., el
proceso creativo nunca termina. Si todos los compositores cancionistas son como
yo, nunca cantan la canción exactamente igual. Incluso cuando estoy
interpretando el mismo repertorio una y otra vez, hay siempre un espacio
disponible para lo impredecible. Ese lugar le pertenece a la creación. Lo
espontaneo, la improvisación o una leve variación. Es aburrido para ti y para
el público si la canción la interpretas como si fueras un disco. De hacerlo
así, se iría el encanto. Cada vez que canto mis canciones, quiero sentirlas
como si fuera la primera vez que las canto y como si fuera la última vez que
las voy a poder cantar. Cuando me entrego así, de esa manera, entonces el
momento creativo de la composición es evidente para mí y para el que está
escuchando.
¿De qué hablan tus canciones?
Las canciones hablan de lo que sea que hablo yo cuando no estoy
cantando. Quiero decir que canto sobre lo que conozco. Mis sentimientos, mis
opiniones, mis tristezas... Todo lo que me escucharías decir en una charla con
mates de por medio..., sólo que con música y dicho con una poesía más
trabajada. Puedo hablar en una canción sobre una pareja que se ama y hace el
amor, puedo hablar acerca de lo que significa formar parte de dos
culturas, sobre la migración, o puedo hablar del mundo en el que vivimos, mi
postura política, mi visión, la verdad y la mentira, las cosas que me
conmueven y las que me dan bronca. Considero que nunca desvié la
mirada cuando se cometía una injusticia. Todas esas cosas que
pasan frente a mí y a través de mí son la temática de mis canciones. Nunca
busqué hacer una canción rítmica por el simple hecho de querer hacer bailar a
la audiencia. No pretendo ser escuchada en los bares o en el
boliche. Pretendo que se escuchen las palabras y se entienda lo que digo. No
me sale barato escribir lo que quiero. Me cuesta amor, dolor, nostalgia,
alegría, soledad. Yo me doy completa en las canciones, por lo tanto,
cuando escuchas las letras, me escuchas a mí
hablándote con honestidad.
¿Qué esperás que pase con tus
canciones?
Lo que espero con mis canciones es, primero que nada, que las personas
que me escuchan disfruten de esa comunicación. Que sientan que son parte de ese
evento musical tanto como yo. Que la música los mueva como me mueve a mí. No
necesariamente de la misma manera, ni con la misma intensidad, tampoco por las
mismas razones. Existen mil motivos por los cuales una palabra o una
melodía nos hacen sentir algo especial. Un momento muy poderoso es
cuando la canción finaliza, y entonces la reacción de la gente se hace
evidente. Uno percibe cuando la canción impactó, emocionó o simplemente gustó.
Yo suelo percibirlo cuando salgo de mi trance, porque muchas veces entro
en un trance que me deja todavía mareada cuando la canción terminó. Me
toma un segundo, entonces respiro profundo y con alivio. En definitiva,
cantar es para mí un evento de mucha entrega. Y lo que espero es que esa
entrega haya encontrado recepción en el oyente. No pretendo irme
sola a ningún lado con mis historias, sin nadie que me acompañe
en el camino.
¿Cuándo empezaste tu camino
solista y por qué?
No es una historia bonita. Cuando comencé con la composición,
comencé a asociarme con amigos artistas como yo para armar grupos o
bandas. Estuve en dos grupos amateurs antes de asociarme con el que en ese
momento era mi pareja. Formamos un dúo. Grabamos un disco. Pero a la
pareja no le fue nada bien. De hecho, fue una historia de violencia doméstica,
sobre todo psicológica. Y ese abuso se extendió hacia lo profesional. Duró
dos años, antes de que literalmente tomase mi guitarra y me fuera a
escondidas por la madrugada para no volver más. A partir de ese momento,
me comprometí a hacer lo que yo quisiera profesionalmente, mi estilo de música
y mis letras, sin que nadie me sonsaque o me obligue a hacer algo que no me
convence. Pasó mucho tiempo antes de que me volviera a asociar con alguien así.
Hoy soy una trovadora solista, pero también formo parte de un cuarteto
vocal llamado La Papa Cantora
y un dúo MartiNayando, junto
al compositor argentino Martiniano Tanoni. He compuesto música para
teatro y he formado parte de dos coros. Volví a confiar,
pero defiendo mi libertad y autonomía. Si me equivoco, que sea sólo
por mi culpa.
¿Cómo ves la escena musical?
Hay mucho talento, por supuesto. Muchos amigos músicos que aún están en
el anonimato merecerían estar en los espacios de mayor difusión y alcance al
público. El problema es que está todo compaginado con la demanda comercial; las
modas, el cine, incluso la economía influyen. Cosquín no es ahora lo que antes
era. Entonces ¡¿qué pueden hacer los jóvenes que hacen folclore de la
actualidad si no pueden confiar en la calidad de los espacios masivos hoy
en día?! Y si no es ahí, ¿a dónde ir?
Lo más difícil de la escena musical es la difusión del material, y cómo
cuesta que eso sobresalga sin tener que recurrir a las grandes
compañías disqueras. La realidad es que el músico de ahora sólo vende
efectivamente sus discos al final de sus presentaciones. Su entrada
monetaria depende de eso y de las entradas o el aporte para el artista.
Esto muestra que existe un desbalance entre lo que se produce cada día y lo que
se logra vender. Por lo tanto, el material musical independiente está en
peligro de extinción. Es probable que, a este paso, volvamos a la época de los
juglares, cuando la ganancia sólo venía de las presentaciones o de un mecenas.
Díganme ustedes, ¿exagero…?
¿Con que músicos de tu entorno
te sentís emparentada?
Naara Andariega es una compositora chilena HERMANA (así, con
letras mayúsculas), cuya obra admiro profundamente. Paola Gamberale, quién fue
mi profesora de canto en la EMPA, tiene un “feeling” en su música muy especial.
Mis compadres del alma, Alejo García (Colombia) y Martiniano Tanoni (Argentina),
dos amigos músicos de excelencia, que me acompañaron en momentos mágicos de mi
vida y continúan haciéndolo. Francisco Barrios “El Mastuerzo”, un compa
mexicano que me enseñó la importancia de ser uno mismo, auténtico. Él
tiene una fuerza electrizante en el escenario que traspasa los
sentidos, mientras rompe con los prejuicios y la estupidez. También
con mis compañeras de La Papa Cantora
siento mucha afinidad en lo musical. Nos podemos “leer” cuando cantamos juntas,
eso se nota mucho cuando improvisamos, estamos en sintonía una con la otra y
sabemos divertirnos mientras tanto. Y, por supuesto, todas las maravillosas
mujeres trovadoras que he tenido el honor de conocer estos dos últimos años:
Amaranta Pérez (Venezuela), Silvia Zabzuk, Mijal Guinguis, Daniela Trovati
y Daniela Tomé, Carla Giannini y Cecilia Concha Laborde (Chile), Pilmaikén
Mlikota, Dafne Usorach, Paula Ferré, Alejandra Rabinovich y muchas
muchas otras compañeras del colectivo MUJERTROVA.
¿Encontrás alguna identidad
musical propia de tu zona o circuito?
Creo que “identidad” es la palabra clave. Hay grupos y solistas que se
están abriendo camino, haciendo caso a su propia identidad musical. Uno puede
darse cuenta que en una sola zona o en un circuito de amigos hay más variedad
que antes, y los géneros se entremezclan. Ya no se espera que
se encasille a la música en “folclore o tango o jazz o rock o bossa”.
Los músicos tomamos los ritmos del mundo y jugamos cómo se debe jugar: JUNTOS.
Porque en la música, todo es posible. Está bien que te apegues a un sólo género
si eso te hace feliz. Pero está genial si quieres probar un collage sonoro. Todos los
géneros merecen recibir su homenaje.
¿Un disco?
Americanito, de Alejo García.
Un hermoso paisaje musical latinoamericano. Primer disco de una trilogía (según
mis fuentes cercanas, jeje).
¿Una canción?
Lo siento. No puedo. Debo, al menos, hacer mención de dos: “La
conquista del pan”, de Naara Andariega, y “La Avanzadora”, de Amaranta Pérez.
¿Una frase?
“La distancia no debilita al
amor. Lo fortalece”, frase que mi padre me escribió en una carta y que luego
yo adopté como mantra. La incluí en una canción mía titulada “De cálido a frío”,
donde relato mi vivencia cómo la migrante que soy.
¿Un espacio?
¿Un espacio para el artista? Las calles, los centros culturales, las
escuelas. Dónde esté el pueblo. ¿Un espacio para mí? He comprobado que los
brazos de la gente que amo son el mejor espacio para habitar.
¿Con quién continúa la serie?
Con Pablo Merletti (un trovador que descubrí en San Telmo y
cuya obra independiente, “Canto que grito”, es la prueba de que un disco
autogestionado puede tener más calidad y valor cultural que un disco hecho
por Magoya) →
LA MÚSICA POR SU CANCIÓN: "SIN ARMAS"