Roma
Roldán
Castelar,
Buenos Aires
¿Qué te
acercó a la música?
Sospecho que la curiosidad, y una persona en
particular, mi abuelo Aparicio. Él tocaba la guitarra y restauraba instrumentos
con pedazos que se encontraba en la calle. Tengo imágenes con mucho olor a madera
y polvillo, un arpa, un violín, y su guitarra floreada. Calculo que me gustaba
visitarlo porque siempre estaba escuchando música (sobre todo chamame), y además
fue quien me enseño a silbar, ¡mi primer desafío melódico!
¿Cuáles
fueron tus primeras incursiones?
Claramente la percusión fue mi mayor aventura
cuando era chica. Juntaba muchos potes y palitos de helado para armarme una
batería. Mis viejos, perdón, los reyes magos, me regalaron un teclado que en
ese entonces para mí era gigante, y me gustaba jugar con las bases que
venían predeterminadas, sumarle algunas notitas. Y creo que ahí empecé a cantar
un poco, arriba de esas bases. Mi primera guitarra llegó como a los nueve, era
usada y estaba destruida, pero fui aprendiendo acordes. A los doce me regalaron
una acústica ¡gigante!, con la que empecé a componer canciones, las grababa en
casete y se las mostraba a una o dos amigas, era bastante vergonzosa.
¿Tenés alguna
metodología de composición y trabajo?
No, sólo dedicarle el espacio y tiempo que
necesita la canción. El momento puede ser cualquiera,
una melodía con palabras o sin ellas, viene como un soplo
fresco entre todo lo que me toca vivir (por más que sea algo triste). Si no
tengo una guitarra, a veces la melodía espera, a veces no. Si tengo
una guitarra a mano, la voy acompañando, busco un espacio de soledad, lapicera
y hoja o el mismo celular puede servir.
¿Cuál es
el momento más placentero del proceso musical?
¡Cuando te la tatuás! Cuando forma parte, cuando
la canción se desprende de lo técnico y podes jugar sobre
la idea “sólida”, moldearla cada vez que la tocás para que SEA en ese
momento. O cuando pasa el tiempo y podes re-significarla, eso es
muy loco.
¿De qué
hablan tus canciones?
Hablan de procesos, de estados e intenciones.
Son reflejos, por momentos crudos, pero con un tinte de melancolía y
dulzura, son sólo una de las infinitas formas de transitar lo que genera
vincularnos con otrxs y con nuestra existencia misma.
¿Qué
esperás que pase con tus canciones?
Espero que siempre sean un viaje que dure esos
minutos, que puedan generar una intensidad en ese presente y sin doler. Que no
sean nunca románticas, que abracen a muchas personas, que caminen por
donde quieran.
¿Cuándo
empezaste tu camino solista y por qué?
Lo empecé hace unos seis años, cuando empecé
a autonombrarme "Roma" y me animé a tocar canciones en
algunos espacios amigos, la necesidad de dejar que todo brote ya era
incontenible. Venía componiendo hace rato y el hecho de que varias personas me
den ánimo y ganas de cantarles, fue de gran ayuda para comenzar a soltar.
¿Cómo ves
la escena musical?
Bastante activa, muchos espacios independientes
y nuevas ideas. Lo más difícil es llevar un proyecto artístico como forma de
supervivencia, y creo que la autogestión lo permite pero es necesario que todas
las partes se tomen en serio el laburo, que los espacios generen propuestas y
que lxs artistas sean parte de la producción. Que la gente como público se
sienta convocada a aportar/apoyar estas movidas.
¿Con que
músicos de tu entorno te sentís emparentado?
El parentesco va a veces por el lado del
formato, el circuito y las amistades, más que por el estilo musical. Por
nombrar algunxs solistas del entorno: Joe Palangana, Jaz Pimentel,
Coiffeur, Guille Beresñak, Juanito el Cantor, Sol Marianela, Caro
Tapia, Jorge Salinas, y también gente que compone bandas, como los chicos de Se
Armó, Frico y la noche de la alarma, Hamaneratto, y tantas lamparitas nuevas
que se van compartiendo.
¿Encontrás
alguna identidad musical propia de tu zona o circuito?
La verdad es que encuentro una ensalada increíblemente
hermosa, mucha variedad y mucho por conocer en la zona. Hay pequeños circuitos
que se dan por afinidad, pero están cada vez más conectados entre sí. Creo que
la identidad son esas fusiones.
¿Un
disco?
El sueño
de las ballenas, de Juanito el Cantor. Es
un viaje.
¿Una
canción?
“Haga dudar”, de Coiffeur.
¿Una
frase?
“Hay que
llenar el planeta de violines y guitarras en vez de tanta metralla”, Chavela
Vargas.
¿Un
espacio?
Las casas y lugares amigos que abren sus puertas
para compartir el arte, Casa Frida, Guayaquil, Gorjeos, Granola, Escuela de
Circo de Pies a Cabeza, El Transformador de Haedo, etcétera. Y la salita de
ensayo, sin dudas.
¿Con
quién continúa esta serie?
Ezequiel Schaerer, un amigo artista increíble con
el que me animé a brotar →
LA MÚSICA POR SU CANCIÓN: "ENTRE LO VERDE"
Roma, gracias por tu música!
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