Matías Pérez
Chimpay, Río Negro
¿Qué te acercó
a la música?
Dos personas: mi papá y mi mamá. Ellos tenían una
guitarra en casa y muchos casetes, discos y vinilos. Cuando empecé a crecer se empezó
a llenar la casa de instrumentos, eran mis juguetes.
¿Cuáles fueron
tus primeras incursiones?
Empecé a tocar las canciones que me enseñaron ellos. Por
un lado, papá, que es amante del folk argentino, del candombe y la milonga
uruguaya, también de la trova cubana, fan de los acordes y la poesía de Silvio
Rodríguez. Él tenía un cancionero llenísimo con canciones de todos colores. Y
por otro lado, mamá, que era más del palo de Fito, Charly, Soda Stereo, Sui Generis,
Serú. Eso fue lo primero, aprender los acordes del cancionero que había en casa,
después vinieron las zapadas, las primeras bandas, los primeros shows, siempre con amigos y
hermanos.
¿Tenés una
metodología de composición y trabajo?
Tengo la casa llena de papeles y grabo con lo que
tenga a mano. A veces con instrumentos y otras veces solo con la voz. Casi
siempre nacen ideas desde la imaginación y algunas pocas desde el instrumento, aunque
cada canción tiene un proceso y un trabajo diferente.
¿Cuál es el
momento más placentero del proceso musical?
Disfruto de todos los momentos. Mucho mucho del
momento creativo… Momento mágico. Es como agarrar el aire con las manos y darle
forma. Pero también disfruto de los ensayos, de tocar en vivo, de la grabación
y la producción. La música es amada día a día y siempre por primera vez.
¿De qué hablan tus
canciones?
Me cuesta mucho ponerme a pensar en eso, creo que
intentan expresar una mezcla de sensaciones y emociones, creo que hablan de la
vida, pero su sentido depende del oído y de la persona que las escuche, incluyéndome,
siempre encuentro una óptica nueva, el cambio es permanente.
¿Qué esperás
que pase con tus canciones?
Que sean libres.
¿Cuándo
empezaste tu camino solista y por qué?
Cuando me di cuenta de que hacer canciones me hacía
bien a mí y a los demás. Fue una revelación, fue como encontrar una nueva
manera de comunicarme y de expresarme de una manera directa, natural y
concreta.
¿Cómo ves la
escena musical?
No veo una escena, veo muchas escenas. Muchos mundos. Puedo
sentir que hay como una gran revolución musical, hay libertad en la expresión
íntima, hay búsquedas sonoras, más accesibilidad para producir en casa y, también,
como siempre, hay círculos hermanos, trabajo en conjunto, eso es importante.
¿Con que
músicos de tu entorno te sentís emparentado?
Con cada uno, me encanta jugar y conocer a las
personas a través de la música, es la manera más hermosa de conocer a alguien. Es una lista larguísima, pero creo que sobre
todo me siento conectado con quien además de compartir su ser músico, también comparte
su ser humano.
¿Encontrás
alguna identidad musical propia de tu zona o circuito?
Si, encuentro que hay diversas estéticas, sonoridades,
y que también con el tiempo nos vamos influenciando entre todos, por toda la
música que nos rodea. Lo bueno es que, a pesar de que hay puntos que convergen,
se pueden distinguir y apreciar las distintas funcionalidades de la música.
¿Un disco?
"Anfibio", Nico Ibarburu.
¿Una canción?
"Alba", Páramo.
¿Una frase?
“El pájaro no
canta porque sea feliz, es feliz porque canta”, W.
James.
¿Un espacio?
El río Chimpay, Río Negro.
¿Con quién
continúa la serie?
Continúa con Pedro Manuel Cabal →
EL MÚSICO POR SU CANCIÓN: "AMANECER"
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