Negra Marta Rodríguez
Córdoba
¿Qué te acercó a la música?
Mi viejo había sido cantor y guitarrero en su juventud, pero fue más
por mi hermano, que desde muy pequeño tocaba la trompeta y estudiaba música. Siempre
lo seguí mucho, como me llevaba algunos años, me fue mostrando los primeros discos,
casetes, recitales, libros… Así la fui encontrando entre tantas otras cosas… Un
día apareció en casa una guitarra, había muchas revistas que traían canciones y los acordes para
aprender, y así arranque con toda la felicidad del mundo. Fue amor.
¿Cuáles fueron tus primeras
incursiones?
En mi casa, con mi hermano que me acompañaba y yo que cantaba. Luego en
el colegio empecé a meterle manos a la guitarra, comencé a estudiar piano, y
aunque todo era con partitura, en mi casa yo orejeaba todo lo que se podía
orejear, me encantaba pasar horas con un tecladito que me había regalado mi
viejo, metiendo ritmos y tocando canciones. Ya en el secundario, con los pibes
armamos una banda, tocábamos covers de rock nacional, fue una época muy divertida,
de juntarnos y pasar mucho tiempo guitarreando, compartiendo en la casa de
alguno, andábamos en manada todo el tiempo.
Ensayábamos a la vuelta de mi casa, en el garaje del Ale, hacíamos un
ruido bárbaro y los vecinos nos odiaban, jaja… Pero recuerdo con mucho amor
aquellos tiempos.
¿Tenés una metodología de
composición y trabajo?
No tengo método, de hecho creo que soy muy despelotada, anoto cosas en
cuadernos, garabateo, dibujo, grabo en el teléfono cosas del momento que a
veces cuando las escucho no se entienden, a veces voy caminando y se me ocurre
algo, lo grabo…. A veces escribo cosas que no sé bien si son poemas o
canciones, las dejo en remojo, o manijeo y me quedo todo el día con algo. A
veces viene todo junto, letra y música, otras sólo toco horas la guitarra tarareando
algo que no se sabe qué es. Me cuelgo y si sale sale; si no, la dejo otra vez a
la espera, pruebo letras, si no, otra vez en remojo… No lo sé muy bien. Las
canciones a veces te sorprenden y creo que en mi caso es así, no las obligo.
¿Cuál es el momento más
placentero del proceso musical?
¡Cuando estás que no podés parar! Cuando se pasa el tiempo y seguís
hasta el final con algo, cuando te encontrás con alguien que te suma mucho con
una idea, con una letra, con otra percepción. El momento en el que conectás con
otra persona tocando, es muy hermoso también y es magia pura.
¿De qué hablan tus canciones?
Hablan mucho de mí. Aunque a veces intento salir de ese lugar, es raro
que lo logre… La raíz está en el amor, en las pequeñas cosas, lo simple y lo
complejo de los sentimientos. Los deseos, lo atesorado, todo eso siempre se
acompaña con paisajes, que a veces son nublados, a veces estallan de sol o son
tormentosos…
¿Qué esperás que pase con tus
canciones?
Nunca pienso mucho en eso… Si a alguien le sirve o se identifica, es re
loco, me parece un flash. Lo siento así con muchas cosas que yo escucho, y cómo
una canción te puede llevar o traer para muchos lugares. Si sucede, creo que es
mágico y una alegría hermosa, pero no sé, muchas veces las canciones sólo salen
para curarnos de algo, para remendar los dolores, para decir cosas. Como salen
de uno y uno va cambiando todo el tiempo, es difícil dar un pronóstico, onda
con esta canción voy a cambiar algo o voy a ser tal cosa, qué sé yo, que sean
lo que sean, que viajen y que logren salir de mí. Eso ya es mucho.
¿Cuándo empezaste tu camino
solista y por qué?
Se está dando naturalmente ese proceso. Es muy loco porque desde siempre
me moví en formato banda. Gracias al trombón comencé otro viaje. Cantar y tocar
me abrió nuevas puertas, y en ese sentido siento que he sido muy afortunada. Y,
sinceramente, me encanta compartir y aportar alguito aunque sea a los proyectos
de otros músicos, pero existe esa otra parte que no puedo dejar de ver, la de
cantar canciones que por algo están ahí, son parte mía, y la razón principal
creo que es que no encajaban en ninguna otra cosa que no fuera yo. Y desde allí
voy construyendo, aún no grabé nada, hay canciones viejas que ya pidieron pista
hace rato y otras que vienen llegando, y por ahí andamos ahora.
¿Cómo ves la escena musical?
Me parece alucinante, una ola de compositores y de bandas que tienen
unos proyectos hermosos, que laburan muchísimo, se autogestionan, producen sus
conciertos, con muchos a veces toco y es un placer participar, estar allí,
compartir. Es tremendo eso.
¿Con qué músicos de tu entorno
te sentís emparentada?
Por suerte, este camino me viene llevando por tantos lugares y gente
hermosa, que sería injusto nombrar a algunos y otros no. Soy muy agradecida, no
sólo por la música, sino por la amistad que nace y la que perdura, y además,
porque de todo y todos he aprendido algo.
¿Encontrás alguna identidad
musical propia de tu zona o circuito?
Musicalmente pasan muchas cosas, noto un destape de cantautores, también
encuentro alta conexión entre músicos que logran unos intercambios tremendos ¡y
eso está mortal!
¿Un disco?
Marmas, de Gonza Sánchez.
¿Una canción?
“Punto ciego”, de Toch.
¿Una frase?
La que me enseñó el tema: “Somos
flor de un día”.
¿Un espacio?
Los patios.
¿Con quién continúa la serie?
Luci Rivarola →
LA MÚSICA POR SU CANCIÓN: “VIDALITA”