Nahuel Chiarella
Rio Tercero, Córdoba.
¿Qué te acercó a la música?
Creo que las
ganas de jugar, ¡era un niño! Había una guitarra vieja guardada en el ropero y
tengo la imagen de sacarla para actuar de músico. A los diez mi vieja me mandó
a violín y de ahí no paré
¿Cuáles fueron tus primeras incursiones?
Lo primero
fue un coro de niños en el conservatorio de mi ciudad natal, Río Tercero.
Después hice piano un tiempo con mi madre de profe, hasta que llegó el violín.
Más de púber vino un enamoramiento por el blues que me llevó a la armónica y a
la viola eléctrica, y de ahí a tener una banda de rock adolescente (la banda y
el rock, ja).
¿Tenés una metodología de composición y trabajo?
No es
sistemática y aunque haya tendencias en las formas de trabajo, siempre aparecen
excepciones o una nueva manera de hacerlo. Hay canciones que brotan sin darme
cuenta y otras que demandan mucha dedicación para nacer, aunque la génesis
siempre es difusa: uno no sabe cómo se le ocurrió lo que se le ocurrió, o de
dónde vino.
¿Cuál es el momento más placentero del proceso musical?
Cuando viene
una idea que condensa en la música y en la letra algo de muy adentro. Esa
semilla es un impulso que te lleva sí o sí a otra idea, entonces uno siente que
el tema está concebido y no puede sino crecer. De todas maneras, hay muchos
momentos placenteros, otro muy lindo es cuando finalmente puedo compartir la
música con al menos uno más.
¿De qué hablan tus canciones?
Hablo en
canciones generalmente cuando algo me atraviesa y eso depende mucho del
momento. Las “musas” se reinventan y a veces nos sorprenden. Cuando empecé
componía mayormente empujado por el enamoramiento a otra persona pero con el
tiempo aparecieron algunos planteos existenciales y posturas ideológicas como
motores, e incluso situaciones más triviales también.
¿Qué esperás que pase con tus canciones?
Hace un par
de años me crucé con un amigo músico y me contó que tenía de tono en el celu un
temita mío de un EP que compartí en ese momento y bastó para sentirme pleno,
porque significa que le gustó, que en algo se sintió representado. Obvio, todos
quisiéramos que nos escuche mucha gente, pero si le llego a mi entorno soy
feliz.
¿Cuándo empezaste tu camino solista y por qué?
Después de
la banda de la adolescencia intenté armar proyectos grupales en varias
oportunidades, pero en ningún caso se logró. Finalmente decidí grabar en casa
unas canciones viejas que tenía pero que por alguna razón quería mucho, en
formato de EP, y digamos que ahí empezó la cosa.
¿Cómo ves la escena musical?
¡Es tan
amplia que a veces cuesta verla! Hay mucha gente haciendo las cosas muy bien,
con mucha entrega, talento y dedicación, y es gratificante ver esa apuesta.
Gran parte de mi escucha la dedico a la escena local, pero más que por
curiosidad o empatía, porque de verdad me atrae, me gusta.
¿Con que músicos de tu entorno te sentís emparentado?
Son
realmente muchos y si tuviera que dar nombres de alguno me olvido seguro. Hay
mucha gente cercana que admiro y aún en los casos más distantes encuentro algún
costado que me seduce. Más allá de las particularidades me siento emparentado
con la búsqueda de mi generación.
¿Encontrás alguna identidad musical propia de tu zona o circuito?
Todo muy
ecléctico y atomizado. Esa es la identidad para mí en la era de la
comunicación, ya casi no hay límites o es difícil determinarlos. Hay de todo en
todas partes, sólo resta que la gente apague la tv y se arma la fiesta.
¿Un disco?
Family Game, de De la Rivera.
¿Una canción?
“Búsqueda
Infinita”, de Cristóbal Sterpone.
¿Una frase?
Va repetida
pero lo merece: “cambiemos todo el tiempo
que hace bien, dejá que te pase el mundo”, de Telescopios.
¿Un espacio?
Un lago, el Piedras Moras.
¿Con quién continúa la serie?
Jota
Figueroa →
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