miércoles, 23 de noviembre de 2016

#78 - Entre la poesía y la fuerza del tango y la estética y el espíritu del rock

Cintia Trigo
Temperley, provincia de Buenos Aires.

¿Qué te acercó a la música?
En casa siempre se escuchaba música. Mi vieja nos despertaba subiendo de a poquito la radio. Siempre había algo sonando. Con mi hermano Alexis solíamos cantar temas de Sui Generis, Fito Páez. Mi hermano mayor, David, estudiaba con música: Janis Joplin, The Rollings Stones, Sumo, The Doors, Divididos, Los redonditos de ricota… Era un anhelo ser música. Principalmente, mi sueño era ser guitarrista de rock.

¿Cuáles fueron tus primeras incursiones?
A los doce mi vieja nos regaló una guitarra para los tres y nos anotamos en el Conservatorio de Música Julián Aguirre. Empezamos a ir los tres, también se había anotado mi primo y luego quedé yo sola.  Estudié muchos años Educación Musical y fui profe de música en escuelas. Pero es una carrera interminable y sufrí muchos cambios de programa. Después empecé a estudiar Letras y ya no me daban los tiempos. Dejé la música, prácticamente. Un día, no sé cómo, mi primo Matías Wettlin me propuso enseñarme algo de tango, género que tenía muy poco manyado, la verdad. Empezamos un ensamble en la Escuela Orlando Goñi, que dirigía Juan Otero de La púa. Aprendimos dos canciones y ya tocamos en público. Fue un momento inolvidable para mí. Aprendí más en esos años que en todos los que había estudiado en el conservatorio. Me enamoré del género y, sobre todo, de la movida del Tango Nuevo. Eso me enganchó mucho más que los clásicos. Era el puente indicado para mí entre la poesía y la fuerza del tango y la estética y el espíritu del rock. Cuando vi a la Fierro por primera vez, me estalló la cabeza.

¿Tenés una metodología de composición y trabajo?
No siempre. Hay canciones que surgen de una letra nacida de algún momento o necesidad expresiva. Ganas de hablar o denunciar algo. Otras, de un motivo, de una secuencia de acordes que me taladran como una idea fija hasta que toman forma. Soy bastante cuadrada para componer, sobre todo en cuanto a formas. Me interesa mucho el género canción (estrofa-estribillo). Me parece fundamental que la melodía sea consistente y recordable. Pero, sobre todo, me importa que se diga algo necesario.

¿Cuál es el momento más placentero del proceso musical?
Para mí, obviamente, cuando termino una canción. Sensación de exorcismo de esa idea fija que me venía quemando la cabeza sin parar. Sensación de parto. Rara vez cambio algo una vez que siento que la canción “nació”. Quizás después decida que me gusta más o menos, pero trato de respetar su génesis, con sus fallas. Otro momento que me encanta es cuando  escuchás un tema propio en vivo, instrumentado o interpretado por otras bandas. Esa idea de que el germen se hizo algo independiente a la idea que lo concibió. La sensación de que creció y me trascendió.

¿De qué hablan tus canciones?
De muchas cosas. Trato, en lo posible, de no hablar sobre el amor. Me hincha. Me interesa sobre todo la canción social, la denuncia, el retrato arltiano del presente y sus conflictos. De todo aquello que escape a los lugares que siento ya han sido habitados por el género demasiadas veces.  Sobre la mujer, la alienación, la hipocresía de la sociedad, la doble moral. Esas cosas me interesan para escribir.

¿Qué esperás que pase con tus canciones?
Que vuelen. Que me excedan. Que haya la mayor cantidad de versiones posibles, que se alejen de aquello que yo concebí. Que me sorprendan. Que me gusten más que la versión original. Que cuando sean escuchadas, sea fácil recordarlas. Eso me interesa, que se puedan silbar. Aunque sea un pedacito. Que la gente se vaya pensando algo sobre lo que se dice. Que ayude a despertar conciencias dormidas.

¿Cuándo empezaste tu camino solista y por qué?
No sé exactamente. Fue siempre un deseo. Me fui animando de a poco, en diferentes ocasiones. Era necesario porque las canciones nacían y quizás no encontraban su espacio en los proyectos de los que formaba parte, por el género o por la estética. En general, prefiero siempre tocar con otros. No me termina de cerrar la soledad en el escenario. Por eso formamos La vagabunda, con mi hermano y otros compañeros. Un proyecto con el que hacemos mis temas, pero también el de otros. Con ellos hacemos un ciclo, La troupe vagabunda, en el que invitamos a diferentes autores y nos mezclamos. Creo que cuanto más se socialice la música, mejor para todos.

¿Cómo ves la escena musical?
Me parece que es un momento propicio para componer y denunciar. En momentos donde se evidencia una fuerte avanzada de la derecha sobre situaciones fundamentales de los derechos humanos y las condiciones de subsistencia de la gente, es fundamental no callar ni ser cómplice. De ahí la urgencia de la letra, a mi entender. La escena tanguera está en plena efervescencia. Tanto los grupos que ya vienen laburando, como los que recién arrancan, todos parecen estar motivadísimos para proponer y producir. Hay numerosos hitazos y propuestas dentro del  género. Quizás sea momento de empezar a preocuparnos por esas cosas que a veces nos hinchan a los músicos, pero que son fundamentales para que la cosa se mueva y crezca: la ampliación del público, del circuito de música en vivo y los espacios de difusión. De esas luchas (que a veces parecen tan poco musicales) creo que dependerá que esta movida siga creciendo de modo exponencialmente a lo que ya vino pasando. Es mucho lo que se ha logrado hasta acá. Quizás algo que era impensable algunas décadas atrás.

¿Con que músicos de tu entorno te sentís emparentada?
¡Con muchísimos, obviamente! El Tape Rubin, el Tata Cedrón, La Fernández Fierro, El cuarteto La Púa, Moradores Tango, Altertango, 34 puñaladas, Peralta y Astillero han servido de formadores, inspiración y de catapulta. Muchos de ellos me han dado consejos y ayudas fundamentales para saber cómo y hacia dónde ir. Pero podría nombrar muchos más, compañeros de ruta con quienes hemos hecho yuntas y cruces muy productivos: Pacha González, Natalí Di Vincenzo, Juan Lorenzo, Rojo Estambul, Trío Piraña, La Vidú, Quinteto Negro La boca, ¡tantos más! Es gigante la cosa y llena de amigos y compañeros.

¿Encontrás alguna identidad musical propia de tu zona o circuito?
Yo creo que sí. Ese respeto y estudio del género, pero con una dosis de irreverencia que habilita a apretujarlo, estirarlo, recortarlo y sumarle elementos para darle aire y frescura. Esa quizás sea la impronta de estos tiempos. Y el espíritu rockero, que siento siempre presente en nuestros orígenes y sentires generacionales.

¿Un disco?
Reina Noche, del Tape Rubin, y Lujo Total. Los escuché muchas veces, me sirvieron de brújula.

¿Una canción?
“Blueses de Boedo”, del Tape; “Vírgenes Rotas”, de Guyot y Ferrara; “Puente Pueyrredón”, de Sensottera, entre tantos otros.

¿Una frase?
“Destino de andar en la vida / siempre cantando por ahí/ abrazado a una guitarra (…) siga cantando compadre que usté nunca morirá”, de un tema de los Manseros Santiagueños.

¿Un espacio?
Alrededor de una guitarra.

¿Con quién continúa la serie?
Martiniano Tanoni →

LA MÚSICA POR SU CANCIÓN: “6:25”

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